El amor del ex-concejal

El amor del ex-concejal

Este caminante ha ganado una comida a sus amigos maños. Aposté a que el concejal Pedro Sánchez (recuerdo que empezó en el Ayuntamiento de Madrid) se quedaba, pero yo quería en el fondo que se fuera. Lo deseaba porque su salida era por amor a su mujer y a su familia, lo que parecía un final a lo Romeo y Julieta. Precioso. Me recordó a Eduardo VIII que en 1936, cuando los españoles andaban a tiros, renunció a ser rey por amor a Wallis Simpson, una norteamericana divorciada dos veces que los británicos no querían ver de reina.

La salida de Sánchez por amor hubiera sido una maravilla pues hubiera emocionado a los suyos (a pocos) y a los contrarios, incluso a los indiferentes. Un hombre obsesionado por el poder que se iba del Gobierno para proteger a su familia hubiera pasado a la historia como el rey británico y no como el «puto amo de Europa» como ha dicho el impresentable ministro del insulto, un tal Puente. Me temo que los gritos de «no pasarán» de Ferraz, más de podemitas que del PSOE de antes, le han hecho olvidar el amor y ha abrazado al poder, que hace perder la cabeza a todos los que lo tocan.

Creo que entre las medidas que va a tomar el aparato socialista está llevarse por delante a alguno de los suyos. Mientras el presidente afila los cuchillos, Juan Lobato ha lanzado un mensaje responsable. Dice que hay que cambiar el tono, rebajar la tensión, que todos (incluso él) tienen la culpa de esta situación. Ha pedido que se rebaje la crispación, el insulto y los ataques y más trabajo por la sanidad, educación y la economía. Un hombre sensato. Qué lástima.

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