Votar o no votar

Votar o no votar

Se acercan las elecciones al Parlamento Europeo y cabe preguntarse por qué es importante participar en este proceso. La participación política constituye un derecho fundamental que nos permite elegir a las personas que nos van a representar en las instituciones democráticas. De ello depende en cierta medida, lo creamos o no, nuestro futuro.

Entre estas instituciones democráticas se encuentra el Parlamento Europeo en el que los representantes de los ciudadanos de los Estados miembros de la Unión Europea están convocados a colaborar, discutir, debatir y adoptar decisiones en cuestiones muy relevantes. Dichos asuntos abarcan desde el Estado de derecho y la Justicia, la protección de los consumidores, la energía, el transporte, el medio ambiente, la inmigración, hasta la seguridad, la agricultura y la pesca.

De los 720 diputados que componen el Parlamento Europeo, 61 diputados serán elegidos por España. Estos diputados se integrarán en grupos políticos con afinidades ideológicas que promoverán acciones legislativas concretas de acuerdo con su agenda. En la legislatura anterior los grupos políticos fueron los siguientes: Partido Popular Europeo (Demócrata-Cristiano), Alianza Progresista y Demócratas, Renew Europe Group, los Verdes-Alianza Libre Europea, Conservadores y Reformistas Europeos, Identidad y Democracia e Izquierda en el Parlamento Europeo – GUE/NGL.

Pero las elecciones europeas no solo conforman el Parlamento con el nombramiento de los diputados, sino que asimismo determinan la composición de la Comisión Europea, que es el órgano que ejerce funciones ejecutivas y burocráticas en la Unión Europea, e inciden en el Consejo de la Unión Europea, que es el principal órgano de decisión junto al Parlamento.

Si se piensa con una perspectiva individual, todas las personas aspiramos a vivir bien, buscar la felicidad y encontrarla en la realización de un proyecto de vida satisfactorio. Sin embargo, para alcanzar esos objetivos es fundamental que las instituciones no obstaculicen nuestro camino y que nos ofrezcan el apoyo necesario. De ahí que la participación política sea, como señala J. Stuart Mill, un medio primordial para defender la libertad, pero también para el desarrollo individual. Por ello, nos interesa a todos participar en los procesos electorales; porque las elecciones son un instrumento para facilitar la consecución de nuestros objetivos vitales y de los de nuestra comunidad. Para ser felices, como señaló Benjamin Constant, y para permanecer libres, no podemos despreciar la participación, ni renunciar a los derechos políticos.

En cambio, desde una perspectiva social, la participación es un deber cívico para el funcionamiento de la democracia y el progreso de la vida de los demás. Sin participación política no puede existir una democracia de calidad, ni se puede conseguir la igualdad de oportunidades. Aunque la democracia no es un modelo perfecto, es la forma de gobierno más perfecta que tenemos. Precisamente, el fomento de la participación política es una de las vías principales para mejorar la democracia. En este caso, además, la participación es la forma que tenemos para elegir el destino de la Unión Europea; Unión que suscita desconfianza en una parte importante de la población europea, mientras que otra, también muy relevante, se muestra más optimista al respecto.

Y es que existe una peligrosa tendencia al desánimo en la participación política, que se suele incrementar en las elecciones europeas con una disminución de la participación de casi diez puntos porcentuales respecto de las elecciones generales. Ello se debe probablemente a una concepción individualista y miope imperante que lleva a enfocar la vida exclusivamente en el bienestar personal, sin reconocer que la participación es esencial para legitimar las instituciones, fortalecer la democracia e impulsar nuestros valores; ese enfoque de la vida no considera que el desarrollo individual está intrínsecamente ligado a una sociedad bien estructurada y funcional. La desilusión de los votantes se puede atribuir a la actitud de las élites políticas, cuya competencia y reputación se ven notablemente menoscabadas por las limitaciones y deficiencias de los partidos y de los individuos que los forman. En el caso de las elecciones europeas las razones de la desafección son más amplias porque en estas se incluyen el diferente grado de adhesión de los ciudadanos al proyecto europeo, la percepción variable de la influencia y de la necesidad de las instituciones europeas en la existencia individual, y la posible utilización instrumental del voto europeo como respuesta a los hechos constatados de la política nacional. En este sentido, las elecciones son un mecanismo de control político, rendición de cuentas y responsabilidad que se activa mediante el voto.

A pesar de todo ello conviene recordar que la participación política nos permite, al menos, manifestar discrepancias y reivindicar un proyecto de vida en común en el que creemos: el respeto a la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de derecho y la defensa de los derechos fundamentales. Esos son los valores que defiende y promueve la Unión Europea.

Así pues, ante políticos poco fiables e instituciones en crisis, incluso sumidos en la desafección, no tenemos más remedio que seguir confiando en la democracia y en las instituciones europeas, pero tal vez de una forma más reactiva, participativa y responsable que incremente la calidad democrática y refuerce las instituciones. No votar no es una solución efectiva a la insatisfacción con el sistema de partidos, primero porque los partidos siempre existirán estemos más o menos satisfechos con ellos, y segundo, porque ese comportamiento no es útil para evitar el resultado menos deseable. En ocasiones, votar de forma estratégica es la mejor manera para promover el cambio que queremos por el bien común.

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