Amin Maalouf: “Ninguna nación en el mundo tiene credibilidad moral”

Amin Maalouf: “Ninguna nación en el mundo tiene credibilidad moral”

Como escribe en su nuevo libro, «la humanidad pasa hoy por uno de los períodos más peligrosos de su historia». Amin Maalouf, nacido en el Líbano pero residente en Francia, tiene la doble perspectiva del mundo occidental y la periferia. Sabe que en la mitad del mundo se percibe la Historia como un relato de resentimiento contra el imperialismo occidental, como una especie de enorme cuenta pendiente que está por cobrarse. Así es como se entiende el último gran momento histórico: cuando, en vísperas de la invasión rusa de Ucrania se hizo pública una declaración conjunta en la que Putin y el mandatario chino Xi Jinping trazaban los perfiles del nuevo orden mundial. Estados Unidos y el resto del mundo tragaron saliva, contuvieron el aliento y se quedaron como meros espectadores de los instintos de depredación rusos. Por si pareciese que la Historia ya se había escrito, el conflicto en Palestina regresó con más fuerza que nunca. A esa situación, agravada por la emergencia climática y los desafíos de la inteligencia artificial, Maalouf la denomina «El laberinto de los extraviados» (Alianza), el ensayo que acaba de publicar y que coloca a Occidente frente a sus adversarios.

Sugiere que Rusia sigue pagando los desmanes de la URSS, ¿se refiere a sus motivaciones imperialistas o a problemas internos?

Pienso que la herencia de la URSS es muy pesada. Entre los vecinos de Moscú y de los pueblos que formaron parte de la Unión Soviética pervive la hostilidad. Y dentro de Rusia creo que nunca han superado el trauma de Stalin. Algo ocurrió que no se ha reparado.

¿Habla del sentimiento de culpa o de impulso nacionalista?

Ambas cosas con ciertas, pero yo me refiero sobre todo a la forma en la que se aplastó la vida política, hablo de la represión. Es un sistema político que nunca se ha reparado. Y puede parecer exagerado atribuirlo a una persona, pero es así. Algunos dicen que eso ya había empezado con Lenin, aunque a mí me parece que después de él las cosas podrían haber tomado otro rumbo, un sistema con principios de colectivización, pero menos brutal y represivo. Y quizá se podría haber tenido un país capaz de evolucionar progresivamente a nivel político. Lo que ocurrió, sin embargo, fue un bloqueo completo del sistema. Y ello condujo al fracaso por quiebra económica. En el año 1953, cuando muere Stalin, la gente quería celebrarlo. No obstante, Kruschev tenía miedo de que si les dejaban hacerlo no habría autoridad en el país, de modo que él fue quien aplastó el movimiento estudiantil en Budapest con el mismo sistema y modos de Stalin.

Sugiere que Stalin fue una de las causas de la tragedia del nazismo como actor secundario. ¿Hay alguno destacable en Palestina?

El Tratado de Versalles desempeñó un papel muy importante en el auge del nazismo, pero coincidieron después varios factores, entre ellos, Stalin. De forma bastante parecida, en la situación de Oriente Próximo muchos son los responsables. Hay fuerzas locales que tienen responsabilidad y las grandes potencias, también. Es un conflicto que dura ya tres cuartos de siglo y en todo este tiempo hay tentativas de solución que fracasan una y otra vez. En todos los casos un bando acusa a sus adversarios: tanto desde el mundo árabe como desde el israelí se echan las culpas. Y está el factor iraní. Hay muchos, aunque algunos más que otros, pero en la tragedia que dura ya tanto existen numerosos responsables.

¿Qué piensa del papel de Irán?

Es una potencia regional importante que tiene varios brazos armados, como Hezbolá, Hamás… y no son pacifistas precisamente. Pero insisto en que creo que las responsabilidades son compartidas.

Alude usted a un nuevo orden mundial planteado por China y Rusia como antesala de la guerra de Ucrania. ¿Cree que es también la antesala de un conflicto planetario? ¿Por qué no ha intervenido EE UU?

Estamos en la misma situación que en la Guerra Fría, donde cada bando trata de combatir al adversario apoyando a una fuerza aliada en lugar de intervenir directamente. Eso pasó en su momento después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los americanos y soviéticos se enfrentaban, pero no directamente. Ahora pasa más o menos lo mismo. Los americanos saben que si envían tropas se puede volver a una situación muy grave. Hasta ahora, lo están evitando. Pienso que se seguirá esquivando, porque sería terrible que las potencias se enfrentasen directamente. No quieren entrar en un conflicto directo.

¿Hasta qué punto cree que el nacionalismo es determinante y la causa de los conflictos políticos del mundo?

Pienso que desempeña un papel fundamental. Lo que está ocurriendo en Ucrania no deja de ser una manifestación del nacionalismo, porque en Rusia se ha producido un auge de las políticas identitarias que se manifiestan en el mundo entero. Hay potencias que buscan un papel más importante en la escena internacional y que saben que desarrollando el sentimiento nacionalista es como pueden justificar a ojos de su población determinadas acciones drásticas. Y en China no cabe duda de que se mantiene un discurso nacionalista, igual que en Irán.

Aunque se haya tratado de evitar el confrontamiento, hay consideraciones inquietantes. ¿Ve a algún país capaz de desatar un conflicto nuclear? ¿Quién podría ser?

No podemos descartarlo, aunque tampoco creo que sea inevitable. Todos los países que podrían desatar un conflicto de esa envergadura saben de la gravedad de las consecuencias para ellos. Lo realmente preocupante es que se habla de ello explícitamente mucho más que antes. Se esgrime esa amenaza, en especial, entre los dirigentes rusos, y eso es preocupante en sí mismo porque antes se trataba de evitar hablar del tema, como si fuera un tabú. Pero más allá de la amenaza nuclear hay otros motivos de alerta. Existe actualmente en curso una carrera armamentística en la que participan muchos, como los americanos, chinos y rusos y otros. En todos los casos, para desarrollar armas nuevas, formas de enviar misiles más rápido y más lejos y otras amenazas que no conocemos. Hace unas semanas dijeron que existía el peligro de un ataque ruso en el espacio que amenaza a los satélites. Están pasando cosas. Armas nuevas con los medios gigantescos de las naciones y no podemos descartar que alguien desbarre. Resulta algo inquietante.

En este contexto, y ante los riesgos globales que tiene la humanidad, ¿sería posible en el futuro una gobernanza global que se enfrentase a los retos más graves?

No creo que sea posible en un futuro inmediato. No veo quién podría desempeñar un papel hegemónico en el mundo de hoy. Estados Unidos, que actualmente ostentan esa posición de preeminencia, tiene dificultades. Están en una crisis interna y económica y su credibilidad moral se ha debilitado. Pero, tristemente, no hay nadie que la tenga. Ni los chinos ni los rusos, tampoco ninguna otra nación. Así que no podemos imaginar otra fuerza, que descartados los anteriores solo podría ser Europa, aunque debería dotarse de medios. Lo que podemos esperar no es que se plantee una fuerza global, pero sí cabe que se desarrolle un nuevo orden, una legalidad internacional que empiece a funcionar y permita incluir a muchos países, ya que nadie es capaz de desempeñar el papel hegemónico. Se trataría de poner en marcha una especie de mecanismo que permita evitar los conflictos y las derivas tecnológicas y cuestiones que la humanidad tiene que enfrentar. Asuntos cruciales como controlar la manipulación genética y los extravíos de la inteligencia artificial. Fíjese: en los círculos interesados, los expertos hablan de imponer una moratoria que frene los avances en la materia para no dar pasos en falso con la IA, pero, ¿cómo podemos hacer una moratoria mientras EE UU y China siguen desarrollando sus herramientas? Necesitamos un mínimo de consenso internacional para evitar los patinazos.

¿Qué consecuencias podría tener la pérdida de hegemonía de Occidente?

Me parece que no hay nadie capaz de sustituir a Occidente ni que podría ejercer una similar a la de Europa en el pasado. La evolución más razonable es instaurar un gobierno internacional que permita solventar los problemas que se plantean, pero hoy por hoy eso no es factible. Cabe preguntarse si Occidente va a conservar esa parte de la hegemonía mundial: yo creo que sí, aunque con la aceleración de la tecnología es difícil saber qué va a suceder en el futuro.

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