Lo que usted se juega estas elecciones: la nada o la prosperidad

Lo que usted se juega estas elecciones: la nada o la prosperidad

Nos jugamos mucho en las elecciones europeas. No es solo el desastroso resultado de la utilización ideológica y antisocial de la Agenda 2030; no es solo por las miopes políticas en energía, industria, ganadería y agricultura. Tampoco es solo por la catastrófica política fiscal.

Es que, si queremos defender el proyecto europeo, o se revierten las políticas liberticidas y burocráticas o condenamos a nuestra vieja Europa a ser el museo del mundo. Los datos publicados por Eurostat en cuanto a la factura eléctrica de los hogares son muy preocupantes.

El precio de la electricidad para los hogares solo es competitivo en Kosovo, Bosnia Herzegovina, Georgia, Montenegro y Turquía y encima no son miembros de la UE. La carga en los precios de la electricidad por aumento de costes regulados e impuestos lleva a una enorme pérdida de competitividad. Es increíble que los costes energéticos en la UE sean tan elevados. Los precios de la electricidad en Alemania para las empresas son un 80% más altos que en Estados Unidos y un 200% más altos que en China, según un estudio de Charles Stanley Group y la IEA.

En España, el avance de las renovables y la fuerte caída de los precios del gas a niveles previos a la guerra de Ucrania ha permitido que el precio del «pool» se desplome. Sin embargo, no somos competitivos y el precio de la electricidad total está entre los altos de la UE, según Eurostat, por la combinación de altos costes regulados e impuestos.

España debería estar aprovechando su potencial en renovables, en gas natural, hidrógeno, en minería de litio y otros metales esenciales para la transición energética y lo que nos encontramos es que se siguen poniendo trabas regulatorias y burocráticas a la inversión, especialmente en distribución.

El fracaso de los fondos Next Generation no debe olvidarse. El informe «El fiasco de los fondos europeos» del Instituto Juan de Mariana muestra que, mientras el Gobierno estimaba un impacto sobre el PIB que incrementaría la tasa anual de crecimiento en 2,5-3 puntos, el efecto real será cinco veces menor en los cuatro años de desembolso de los fondos. A la economía real han llegado apenas 20.000 millones, un 75% menos de lo esperado. Los principales beneficiarios han sido las administraciones públicas, RTVE o Renfe, que jamás tuvieron problema para financiarse.

Más paro real

En cuanto al empleo, los niveles efectivos de ocupación son hoy más bajos de lo esperado antes de la aprobación de los fondos europeos, a pesar de que el gobierno prometió crear 800.000 empleos gracias a estos recursos. En la práctica, el paro efectivo está subiendo, al haberse incrementado de 3.773.000 a 3.790.500 personas entre diciembre de 2022 y el mismo mes de 2023.

Los ideólogos han tomado los inocuos objetivos de la Agenda 2030 y han creado un sistema asfixiante en donde no se puede invertir como deberíamos y podríamos. La fiscalidad es confiscatoria, con impuestos encadenados en toda la cadena energética, alimentaria e industrial, la regulación es absurda, burocrática y entorpecedora, y encima consigue lo contrario de lo que finge proteger. Con esta batería de trabas a la inversión en España y conflictos diplomáticos innecesarios con Argelia, España ha duplicado las importaciones de gas de Rusia, pagando 2.310 millones en 2023.

Europa necesita abandonar la ideología de la energía y recordar que no hay transición energética si no es competitiva, que no hay política energética si no es abundante y asequible. Y que no se crea industria atacando a las empresas que lideran el desarrollo industrial. Ninguna economía prospera cantando canciones alrededor de un fuego y penalizando a sus grandes empresas.

Europa tiene todos los ingredientes para crecer y despuntar en tecnología, industria, ganadería, agricultura y energía. Sin embargo, una concepción miope y dirigista de los objetivos medioambientales ha llevado a que se cercene el potencial de crecimiento y de conseguir menor dependencia exterior y una fiscalidad confiscatoria han llevado a que la UE no se presente a la carrera tecnológica, convirtiéndose en un mero distribuidor de la innovación china y norteamericana.

Es todo tan ridículo que la UE se vanagloria de reducir las emisiones de CO2 porque no crece, mientras otras economías reducen más sus emisiones y la intensidad energética del crecimiento sin penalizar la capacidad de desarrollo.

En estas elecciones nos jugamos que se empiece a hacer caso en energía a los que saben de inversión energética, no a cantamañanas de libro rojo y PowerPoint. Nos jugamos que se reviertan las equivocadas políticas que están poniendo en peligro la ganadería y la agricultura. Nos jugamos que Europa sea un proyecto que merezca la pena defender por ser un espacio de libertad, innovación e inversión.

El populismo no se combate adoptando las equivocadas políticas de Cuba y Venezuela, que son eriales medioambientales y económicos. Reconocer los errores es esencial. Es momento de cambiar para avanzar. Defender Europa es apoyar a las empresas y a los creadores de empleo, y quitar poder a los redistribuidores de la nada.

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