La retirada de Mayra Gómez Kemp marca el adiós de un icono de la televisión

La retirada de Mayra Gómez Kemp marca el adiós de un icono de la televisión

Es un icono de la televisión, leyenda viva de un medio en el que lo consiguió todo. Mayra Gómez Kemp anuncia su retirada definitiva tras décadas de éxitos en un mundo que no tiene secretos para ella.

Los que la conocemos bien y somos sus amigos sabemos lo mucho que le ha costado dar este adiós, pero las circunstancias de la vida, la muerte de su marido, Alberto Berco, y el cáncer de lengua y de garganta, le fueron alejando en la última década de una carrera profesional inmejorable.

Alberto era su guía, su consejero, su gran amor, casi cincuenta años juntos, toda una vida en la que el amor priorizaba todo lo demás. Eran uña y carne, marido y mujer, amigos, confidentes, inseparables.

Recuerdo el día que falleció, le di el pésame a Mayra, y me encontré a una mujer hundida y perdida en el dolor y la angustia. Nada que ver con aquella que triunfaba presentando el mítico “Un, dos, tres…” y era la admiración de toda una profesión que valoraba su eficacia, recursos y manejo del concurso más famoso de la televisión.

Mayra, no obstante, siempre puso por delante la vida personal, Alberto era su prioridad, mientras estuvo enfermo le cuidaba con mimo. El suyo era un amor a prueba de crisis, una unión indestructible. El matrimonio perfecto.

No tuvieron descendencia, pero ella es como una segunda madre para las hijas nacidas en el primer matrimonio de su esposo. Y es en ellas en las que se apoyó en los duros momentos en los que el cáncer invadió su existencia. Una etapa que sobrellevó con fortaleza y con la creencia de que saldría airosa de tan dramática situación.

La última vez que hablamos me confesó que “apenas salgo de casa, busco más la tranquilidad que otra cosa, de vez en cuando me veo con amigos y poco más”. Le noté un tanto abatida, la enfermedad, ya superada, las secuelas de la pandemia y el recuerdo de Alberto, hacían mella en su ánimo.

Pero sentía el cariño de la gente de la calle cuando salía a comprar o paseaba por el cercano templo de Debod, a escasas cuatro manzanas de su amplio piso, un tríplex en el madrileño barrio de Argüelles.

Fue en enero del 2021 cuando Alberto dejó huérfana de sentimientos a Mayra. En nuestra penúltima entrevista me contó, casi llorando, que “murió en mis brazos. Fue todo muy rápido, se había levantado y me dijo que había dormido muy bien, pero al quitarse el pijama y comenzar a vestirse, comenzó a sentirse mal. Se fue en silencio, unca pide imaginar que la muerte estaba tan cerca…”.

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