Yolanda, Irene, Alvise

Yolanda, Irene, Alvise

En la campaña recién terminada, más que de Europa, se han tratado asuntos que en Bruselas les debe sonar a ucraniano y, lo que es más nauseabundo, con las artimañas divertidas que tienen los programas del corazón, que van cebando de tal manera la enfermedad de Julián Muñoz, por ejemplo, que el día que fallezca, vamos a morir todos, dirán que ya lo adelantaron en exclusiva. Se han dicho tantas barbaridades que poco me parece el tsunami de los resultados, según quien los mire. Los dos grandes se quedan como amos del calabozo, digamos que esa es la parte del mundo que más o menos se entiende. Sin apenas interés a la hora de analizarlo.

Pero lo curioso de todo está más abajo de la tabla. Miren, monumental la bofetada que desde Telegram –antaño la red social de Podemos– les ha dado a Yolanda Díaz e Irene Montero otro chisgarabís como ellas, sólo que cuando mueve los labios dice otras cosas. Alvise Pérez nos muestra que hay otros mundos y que siguen estando en este. En este panorama tan fragmentado, a Alvise lo conocen mucho los suyos y nada los demás, que todavía se preguntan qué hace esa cosa rara en el Parlamento europeo.

Alvise viene a ser el trasunto del Chikilicuatre, cuando aquel personaje nos representó en Eurovisión. La gente se preguntaba, ¿pero quién lo ha votado? Siempre hay un tiesto para una maceta, dice mi madre, y, por lo visto, hay muchos tiestos sueltos por ahí.

Lo vergonzoso para las perdedoras Yolanda e Irene es asumir que hay más gente que vota a Alvise, Sánchez le dio bola, que a ellas, con toda su sobreactuación corazonera, su feminismo guerrillero y sus cosas chulas.

Debe ser duro que un antisistema sin programa pueda con los que llegaron para cargarse el sistema pero con tal exceso de regulación que no han tenido tiempo.

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