Réquiem por Cachuli

Réquiem por Cachuli

Ni sus idas y venidas del banquillo a la trena. Ni los 46 millones que saqueó a sus vecinos. Ni sus últimos meses vivo con la muerte escrita en los ojos. Mi hazaña preferida de Julián Muñoz, el recién fallecido exalcalde de Marbella, es la de aquel día de fino y rosas de 2003, comiéndose la boca con su novia, Isabel Pantoja, en una carreta del Rocío. Valiente figura. Ahí estaba el tío, cubata en ristre y cordón de la virgen al pescuezo, dándose el lote con la viuda de España riéndose de los pobres con las alforjas llenas de dinero público. La cima del éxito para un camarero de pueblo venido arriba a base de arrimarse al poder, primero, y ejercerlo después en propio beneficio sin más alergia que al polvo del camino, si la tenía. De aquellos días recuerdo también el indignado y pétreo rostro de Maite Zaldívar, su despechada esposa, reclamándole lo suyo cual leona herida mirando por sus crías. “Julián, tus hijas”, le espetaba a cualquier cámara que le pusieran por delante, con la autoridad moral de quien conoce a su hombre como si lo hubiera parido. Como si ella misma no hubiera exprimido los billetes que le llegaban a casa en bolsas de basura hasta que el pájaro abandonó el nido.

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