La primera noche que Castany Huamán pasó en Madrid lo hizo arrullando a un bebé imaginándose que era su hijo. El suyo, Álvaro, de cuatro años, estaba a 9.500 kilómetros, al otro lado del Atlántico, en Lima. Era 2002, Castany había volado a España como lo venían haciendo los últimos dos años miles de mujeres y hombres desde su país, Perú, o desde Colombia, o desde Ecuador, buscando darles otra vida a sus hijos, pero teniendo que dejarlos lejos.
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