El fin de la poshistoria

El fin de la poshistoria

La poshistoria parece estar pasando, con perdón, a la historia. Tres décadas han bastado para que el futuro letárgico, profetizado por Francis Fukuyama, haga aguas por todas partes. A estas alturas, de poco sirven los eufemismos con los que, durante ese tiempo, hemos intentado achicar el barco. Entre otras cosas, porque después de los derrumbes sucesivos del comunismo y la socialdemocracia, el departamento de demoliciones se está ocupando en serio de ese liberalismo, tan feliz como falaz, que hace treinta años se nos vendió como el puente inefable hacia la eternidad.

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