Concierto de Taylor Swift: así la esperan las número uno de la cola del Santiago Bernabéu

Concierto de Taylor Swift: así la esperan las número uno de la cola del Santiago Bernabéu

Hasta ciudades como Madrid parecen pequeñas con la llegada de algunos fenómenos de masas. Taylor Swift parece haber paralizado la capital, convirtiendo el Santiago Bernabéu en el epicentro mundial, sin que haya un balón en juego. A pesar de acoger a cerca de 80.000 espectadores cada fin de semana, este doble concierto hace que parezca que es el primer gran evento de estas dimensiones que acoge el mítico estadio de la Castellana. Porque a pesar de que la renovación del estadio ya se haya lucido en varios conciertos, desde hace meses, las dos actuaciones de Taylor Swift se anunciaban como la inauguración mundial de su cubierta y lavado de cara.

Precisamente, a las puertas de la casa del Real Madrid, ya se reunía una decena de jóvenes desde este fin de semana: «Llevamos desde el domingo y el personal de seguridad nos ha dado permiso para encargarnos de organizar la cola para el concierto del miércoles». Son las número uno de una cola interminable. Noche tras noche se relevarán en este puesto de guardia. Aseguran que hoy la cola comenzará a multiplicarse, lo saben por experiencia: «Hemos organizado otras filas en conciertos de Harry Styles o One Direction. Siempre se hace así. Asignan un número uno y nosotras vamos asignando números por orden de llegada». De hecho, algunas de estas pioneras ni siquiera se conocían hasta ayer, cuentan: «Contactamos por redes sociales y establecemos un punto de encuentro para que se sigan sumando».

Este es el último fenómeno de masas que recuerda a aquellos de los años 90, cuando millones de fans estaban dispuestos a hacer lo que fuera por conseguir una entrada, un autógrafo o una foto de su artista preferido. Eran tiempos de la MTV, posters, las excentricidades de los mitos musicales y las letras de canciones tatuadas. Hasta hace poco, parecía que la accesibilidad y «cercanía» que permiten las redes sociales había acabado con ese tipo de fanatismo sin límites. Hasta que llegó Taylor. Por supuesto, la venta de entradas colapsó sin remedio, incluso duplicando actuación. De hecho, para algunos «swifties», la única alternativa ha sido viajar hasta Lisboa, la parada anterior de The Eras Tour. Se trate de un concepto más noventero o contemporáneo, está claro que Taylor habría triunfado en cualquier época y contexto.

En plena explosión de la industria «indie», parecía que el canon convencional de la industria del pop había caducado. Sin embargo, el «terremoto» Swift ha demostrado que lo que aparentaba ser un efímero fenómeno adolescente, puede convertirse en un producto a largo plazo. Porque la diferencia entre un fenómeno generacional y uno adolescente es que el primero permite a sus precoces fans crecer y desarrollarse de forma paralela. Para que esto ocurra es necesario compartir experiencias reales con tus seguidores y volver a confiar en el poder de las letras. Superando la barrera del idioma, incluso. A su paso, genera una estela de toneladas de contenidos, información y también bulos. Su comida preferida o trucos para mantener la hidratación durante las más de tres horas de espectáculo, con casi 30 grados en la calle, se convierte en interés general.

Así, formar parte del «Eras Tour» coloca a Madrid en el primer escenario internacional, como si de una gran cumbre diplomática se tratara. Mientras que Coldplay o Madonna decidieron hacer parada en Barcelona, todo apunta a que Madrid, con escenarios, como el WiZink Center, el renovado Bernabéu o el Civitas Metropolitano, ha recuperado su lugar hegemónico en la industria musical. De la misma forma, esta comunidad de «swifties» alarga así la vida de la cultura pop, abocada recientemente a la desaparición frente a otras irrupciones como la música latina, reggaeton, trap o la mencionada cultura «indie».

Por lo tanto, pertenecer al «universo» Swift significa entender mejor el mundo y la cultura contemporánea. Por el contrario, la única forma de resistirse a sucumbir a él es juzgarlo sin conocerlo, tratarlo como cualquier otro fenómeno adolescente más y resignarse a que existen otras prioridades más allá de las distracciones y las masificaciones.

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