Consecuencias económicas de un acuerdo inviable

Consecuencias económicas de un acuerdo inviable

John Maynard Keynes (1883-1946) escribió en «Las consecuencias económicas de la paz», uno de sus mejores y más clarividentes textos, que «¿cómo ha creído el mundo las mentiras de los políticos?», para añadir: «lo que nosotros creíamos límites de lo posible se han excedido tanto, y aquellos que fundaban sus cálculos sobre el pasado se han equivocado con tanta frecuencia, que el hombre de la calle está dispuesto a creer todo lo que se le diga con cualquier apariencia de autoridad». Era 1919, acaba de terminar la I Guerra Mundial y las potencias vencedoras, reunidas en Versalles, impusieron a Alemania unas condiciones imposibles de cumplir y que fueron el germen del ascenso de Hitler (1889-1945) y de la II Guerra Mundial. Keynes lo advirtió y lo documentó en su famoso libro, pero nadie le hizo caso.

Ha pasado más de un siglo y el mundo de hoy –mucho mejor, digan lo que digan– no se parece en nada al de entonces, aunque haya asuntos, como la cuestión catalana, que parecen eternos. Los socialistas y los «indepes» de ERC han alcanzado un pacto que debería hacer presidente de la Generalitat a Salvador Illa, aunque, hasta que se cuente el último voto en el Parlamento catalán, todo es posible y Puigdemont, detenido o no, hará cualquier cosa por impedirlo. El acuerdo suscrito parece cada vez más inviable, incluso para sus firmantes. Eso no impide que, a priori, parezca ventajoso para Cataluña, en perjuicio del resto de España. Por eso es tan insólito que el líder de Junts esté en contra como que Pedro Sánchez lo defienda. Demuestra que es solo un instrumento para conseguir o mantenerse en el poder.

El pacto, por otra parte, en el caso improbable de que se aplicara tendría también una serie de consecuencia económicas que, por ahora, no se han analizado con detalle. La propaganda «indepe» presume de que Cataluña recaudaría todos los impuestos y, «sottovoce», apuntan que lo de la solidaridad con el resto de España, bueno, ya se verá. Apelan a la «ordinalidad», palabra que no figura en el diccionario de la Real Academia, un concepto confuso que utiliza no solo el independentismo para intentar blindar que Cataluña sea siempre más rica que otras zonas de España. Casi al mismo tiempo, empresarios catalanes temen que una Agencia Tributaria Catalana no sea ni mucho menos neutral, advierten –si llega el caso– de una nueva salida masiva de empresas del Principado temerosas de un fisco autóctono. Sí, hay otras consecuencias económicas –inesperadas– del pacto, mientras queda en el aire si se creen las mentiras de los políticos de la que escribía Keynes.

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