Así ha rodado su nueva película Rafa Cortés, con un par de narices pero sin guion, a golpe de las improvisaciones, casi siempre afortunadas, sobre todo las que tienen rima, por parte del elenco protagonista, que encarnan a dos parejas de amigos que deciden celebrar con unas vacaciones en Samaná, República Dominicana, uno de esos lugares donde puedes comer hasta reventar e ir luego a hartarse de copas, que hace ya veinte años que están juntos.
Pero, además de ponerse al día, tomar el sol caribeño, salir de fiesta y trasegar ron como si no hubiese un mañana, una pequeña, y en apariencia inocente confesión de Ale, una de las jóvenes, da al traste con el buen rollo imperante y dinamita aquello de que cada oveja va con la suya. Y Ale despierta al día siguiente con una de esas resacas que hacen época y no presagian nada bueno mientras va descubriendo que su marido no es el que era, sino el otro…
Los tres restantes la miran como si fuera una alucinada e incluso otro huésped del hotel, encarnado nada menos que por el británico Charles Dance, les previene de que le sigan la corriente hasta que la memoria se le ponga en su lugar. Pues sí, se trata de una distraída y en ocasiones bastante disparatada comedia de enredo donde nada es lo que parece ni tampoco todo lo contrario, un poco el rollo del multiverso y tal. Un consejo: no coman nunca con ellos camarones ni algo que lleve cebolla, por si las moscas…
Lo mejor:
Tosar y Zahera están francamente divertidos en esta comedia de enredo
Lo peor:
Con solo mirar las fotos de su móvil la chica «trastornada» habría salido de dudas; o no…