En los últimos tres meses, hemos asistido a una notable reactivación de la inversión en el sector fintech. Esta inyección de capital es gasolina para los emprendedores que han seguido desarrollando sus soluciones innovadoras, pese a haber experimentado un 2023 muy difícil para el ecosistema startapero, y todavía más duro para el fintech. Con una caída de hasta el 50% en la financiación a nivel global con respecto a 2022, y un número de rondas de inversión que alcanzaba sus niveles más bajos desde 2017, el año pasado supuso un gran desafío para la industria fintech a escala mundial, y España no fue la excepción.
La subida de tipos de interés dio como resultado que vehículos de financiación como el venture capital, que antes era más accesible y fluía con mayor facilidad, se volviera mucho más escaso. Esto perjudicó considerablemente a empresas emergentes, principalmente a los modelos de negocio B2C. Solo aquellas compañías que generaban mayor valor lograron sobrevivir a estas correcciones del mercado.
Actualmente, se puede observar el resurgimiento de un sector mucho más competitivo, mejor preparado para enfrentar las adversidades y compuesto únicamente por actores de primer nivel. Diversos factores han actuado como catalizadores para esta recuperación, incluyendo una confluencia de aspectos económicos, tecnológicos y regulatorios, lo que ha revitalizado el interés de los inversores en el ecosistema fintech.
Los resultados positivos presentados por Revolut recientemente también han tenido mucho que ver con esta recuperación de la confianza por parte de los inversores. La fintech, con sede en Londres, registró un beneficio de 395 millones de euros, frente a los siete millones con los que cerró 2022. Además, la compañía destacó a España como uno de sus mercados más relevantes.
El éxito de Revolut es tan solo una pequeña muestra del potencial de estas empresas para mejorar los servicios financieros tradicionales. Este hito, sumado a los avances gestados durante los últimos meses en importantes áreas como las finanzas descentralizadas (DeFi), incluyendo a la tecnología blockchain y la inteligencia artificial, está resultando en un reconocimiento generalizado del papel transformador de las fintechs.
Las políticas y regulaciones en desarrollo también juegan un papel crucial, al brindar una mayor estabilidad y confianza tanto a los clientes finales como a los inversores. En varios países, los reguladores están adoptando un enfoque más favorable hacia las fintechs, introduciendo marcos normativos que promueven la innovación y reducen las barreras de entrada. Todo ello, tiene como objetivo ayudar a las compañías emergentes a validar su propuesta sin fracasar en el intento y a su vez garantizar su transparencia. A nivel europeo, por ejemplo, el BCE está centrando sus esfuerzos en impulsar los pagos digitales y en construir una infraestructura europea que reduzca la dependencia de los proveedores externos, compuestos principalmente por compañías extranjeras. En todo este cambio, las fintechs juegan un rol fundamental. Por este motivo, el BCE está abriendo todas las puertas posibles para colaborar con ellas. En España, la puesta en marcha del Sandbox marcó un punto de inflexión, convirtiéndose en uno de los espacios de pruebas controlado más ambiciosos del continente. Este espacio nació con el objetivo de garantizar unos protocolos de supervisión claros e igualdad de trato para todas las entidades.
A pesar de que arrancó hace un par de años, es ahora cuando estamos comenzando a medir su impacto en la industria. Esta iniciativa, por un lado, reduce el riesgo para los inversores y, por otro, fomenta una mayor innovación e impulsa el cierre de alianzas estratégicas público-privadas, así como entre entidades financieras tradicionales y fintechs.
No es casualidad que prácticamente todos los bancos cuenten ya con alguna fintech aliada, ya sea a través de acuerdos comerciales, financiación o incluso la adquisición de parte de su capital. Estamos viendo cómo las entidades bancarias más importantes de nuestro país y del continente, están creando vehículos especializados para impulsar a fintechs para mejorar así su oferta, como es el caso del Banco Santander y BBVA. Esto es fruto de un ecosistema cada vez más maduro que, a pesar de los momentos difíciles, como los del año pasado, augura un futuro prometedor.
Teniendo en cuenta que son 977 fintechs las que conforman el ecosistema español y que, con ello, ya ocupamos la tercera posición en el ránking europeo, sería un desperdicio no potenciar y poner en valor a estas compañías. La adopción de nuevas tecnologías en el sector financiero no solo generará retornos sólidos, sino que también contribuirá al avance de la economía digital en su conjunto.
El futuro del dinero es digital, y las fintechs están liderando esta transformación. Si no seguimos inyectando capital y fomentando un entorno favorable para estas empresas, corremos el riesgo de quedarnos atrás en un mundo donde la competitividad global es feroz. No podemos permitirnos ser los últimos en adoptar tecnologías que ya están redefiniendo los servicios financieros en otras regiones del mundo.
La tendencia de inversión ascendente en las fintechs que hemos ido viendo en los últimos tres meses debe continuar y mantenerse constante en el tiempo, ya que, en caso contrario, sería un grave error estratégico. Es imperativo que tanto el sector público como el privado trabajen juntos para crear un ecosistema más robusto y dinámico que permita a las fintechs florecer.
La adopción de nuevas tecnologías, el respaldo regulatorio adecuado y el capital suficiente son ingredientes esenciales para asegurar que España y Europa no solo participen, sino que lideren la próxima ola de innovación financiera.