Ciertamente, el cine ha comenzado a experimentar con géneros que permiten abordar el tema de ETA desde narrativas diferentes, muchas de ellas desplazando lo moralizante para acercarse al suspense, acción o espionaje, como es el caso de «La infiltrada».
Decía el pintor Barceló en una reciente entrevista que «España es un país raro, olvidadizo en lo que importa». Aunque él lo aplica a otra cuestión, creo que sirve para lo que tiene que ver con la parte de nuestra historia reciente vinculada a la violencia terrorista que nos cambió la vida.
El año 1980, el de más atentados mortales cometidos por la banda ETA, podría haber suscitado algún tipo de reacción entre los productores cinematográficos de la época de manera que les hubiera empujado a producir películas acometiendo la cuestión: un país atacado salvajemente, día tras día, por un grupo terrorista. Pues bueno, en 1981, entre «Toro salvaje», «El hombre elefante», «En busca del arca perdida» y otras brillantes producciones americanas o europeas, se estrenan títulos españoles como «Queremos un hijo tuyo», «Colegialas violadas», «Los chulos», con Esteso y Pajares como protagonistas, «El soplagaitas», «¡Qué gozada de divorcio» y «Los liantes»,… también «Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón», primer largometraje de Almodóvar.
Parecido son los estrenos en 1982, grandes películas, sobre todo americanas («Ragtime», «Missing», «Reds»,…) y europeas («En busca del fuego», «Mephisto»,…) que nos hicieron gozar a los más cinéfilos del país, pero la producción patria (dejando al margen a Garci con «Volver a empezar» y a Almodóvar que estrenó «Laberinto de pasiones») encontraba el verdadero filón en la comedia zafia con películas como «Caray con el divorcio», «El hijo del cura» o «Padre no hay más que dos», las tres producidas por Ozores.
En 1983, mientras se estrenaban «Blade Runner» o «Tootsie», nuestra producción continuó haciendo taquilla con la súper pareja Pajares-Esteso. Salvemos, naturalmente a autores como Saura con «Carmen» o Erice con «El sur». Pero solo «El pico» (los hijos adolescentes de un mando de la Guardia Civil y un diputado abertzale enganchados a la heroína) se acercó en 1984 a los bordes del terrorismo. Mientras, entre 1980 y 1984 ETA había asesinado a casi 250 personas de toda condición, incluidos niños, mujeres, jubilados…
Artistas, actores, cantantes, escritores y cineastas aparecían, como en la actualidad, firmantes de recurrentes manifiestos o campañas a favor de las minorías de cualquier país, de los derechos civiles o los de los pueblos a la autodeterminación, contra la energía nuclear, contra la tortura, etc.
El terrorismo fue un tema nacional, no solo vasco, el más serio y más largo problema que han vivido varias generaciones en este país, que lo envolvió todo de miedo, intranquilidad, dolor ciudadano, controversia política, sin embargo, los productores, más responsables que los autores, se acercaron a él de puntillas y muy ocasionalmente. Antes del cese de la violencia, en los tiempos más duros, las razones podrían tener que ver con la seguridad, la autocensura o la sensibilidad social del momento, o quizás, un poco de todo ello aderezado con otras razones de tipo ideológico, quién sabe. También se alegó que era demasiado pronto para acometer una cuestión tan compleja como si el cine estuviera exento de lo complicado. En fin, sí que hemos sido un país raro con este asunto.
En proporción al número de estrenos, han sido pocas las ocasiones en las que se ha tratado el problema del terrorismo de ETA en los últimos 40 años. En la ficción ha predominado, como trama básica, el atractivo mundo aventurero del joven idealista y militante, cierta comprensión de sus acciones y una injustificable ausencia de las víctimas causadas por su ejercicio violento.
A partir del año 2000 varias películas documentales y alguna ficción, giran su punto de vista hacia la experiencia de las víctimas con un enfoque humanista y crítico donde aparece el respeto e incluso la admiración por ese colectivo sufriente y con el cese de la violencia terrorista en 2011 se abre un nuevo período creativo en el que los autores y productores de películas y series de televisión comienzan a sentirse atraídos por la temática terrorista, sus orígenes, sus consecuencias, etc.
Emergen las narrativas de reconciliación y revisión histórica, las complejidades de la memoria y el dolor en la sociedad vasca, pero también hay lugar para géneros que, como el thriller, permiten abordar el tema de ETA desde el suspense, la acción o el espionaje, como es el caso de «La Infiltrada» buscando un público más amplio y despojándose de análisis profundos más propios del cine de no entretenimiento.
El balance histórico se puede considerar como irregular, pero como en todo tema complejo, el talento, la profundidad o la indocumentación, la adecuación del punto de vista, las coyunturas del momento, la tendencia a la ambigüedad o el buenismo, han intervenido en distintos grados. Muchas películas prescindibles junto a las pocas que no morirán nunca.
Iñaki Arteta Orbea es director de cine, guionista y fotógrafo. Autor del libro «Historia de un vasco».