El grito «¡las sales, las sales, que la señora marquesa se ha desmayado!», era habitual en las comedias antiguas. Los lacayos traían las sales, la marquesa inhalaba, y volvía a su ser en un pispás. Si hoy la marquesa de Griñón se desmayara mientras reparte bocatas de José Andrés en Valencia, su virtuoso marido la llevaría corriendo al ginecólogo con la esperanza de que la Virgen de los Desamparados les hubiera concedido el milagro del embarazo. Portada de «¡Hola!» y un gran paso hacia la necesaria normalización del país. Parecía que las sales y los vahídos de las marquesas habían pasado de moda cuando el joven Alcaraz se lleva un bote a la nariz en el descanso de un partido, inhala su contenido y al instante se ríe. ¿Es el gas de la risa? Ferrero, su entrenador, le grita desde su box: «¡Parece que estás tomando popper!». De ahí la carcajada.
Se trataba de sales de amoníaco, un producto que utilizan los deportistas para reactivarse: estimula el sistema respiratorio, aumenta el flujo sanguíneo y la frecuencia cardíaca. Anima. Las mismas sales de la marquesa, sólo que ahora vienen en bote. Lo de Carlitos fue muy comentado en las redes, y cuentan que el Apolo de la Moncloa, atento a todo lo que suponga reanimación vía nariz para solventar problemas de narices, le encargó urgentemente a Bolaños un generoso pedido de botes de sales para reactivarse y esquivar posibles desmayos ante tantas desgracias acumuladas, a las que ahora hay que sumar el triunfo de Trump en los EE UU. Qué decepción: cuando le informaban en la noche electoral de que iba avanzando la ola roja, Él creía, muy feliz, que avanzaban los suyos.
Ahora duda si pedir también algo de «popper», vasodilatador y potenciador sexual. La Bego, dicen, ha sido tajante: «No hay por qué desechar nada, cielito».