Autoría: Patxo Telleria. Dirección: Mireia Gabilondo. Interpretación: Ramón Barea y Patxo Telleria. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 10 de noviembre.
Ramón Barea da vida a un catedrático de Filosofía ya jubilado que padece un cáncer terminal. Solo tiene una posibilidad de salvar la vida: someterse a un novedoso tratamiento de radioterapia con el equipamiento que un multimillonario ha donado al sistema público de salud. Para el viejo profesor, someterse al tratamiento supone un conflicto ético, porque ha sido muy crítico con ese tipo de donaciones, que sirven, a su juicio, para lavar la imagen de grandes empresarios que, en verdad, quieren escamotear sus impuestos y se niegan a contribuir al redistributivo y solidario funcionamiento de la hacienda pública. Mientras espera que le llamen de un programa de televisión en el que dará a conocer su decisión última al respecto, un antiguo y extrañísimo alumno, interpretado por Patxo Telleria, irrumpe en su despacho sin que termine de expresar claramente el motivo de su visita.
El propio Telleria firma este entretenidísimo thriller que, si bien tiene cierto aroma a Eduardo de Filippo por el juego de identidades que plantea y el tipo de comedia que incorpora, recuerda, sobre todo, a ese teatro que han cultivado autores como Anthony Shaffer, David Mamet o Jordi Glacerán en el que muy pocos personajes –en este caso solo dos– combaten en un reducido espacio durante un breve periodo de tiempo para desenmascarar y aplastar a sus oponentes.
La directora Mireia Gabilondo se pliega bien a ese mecanismo de relojería que está implícito en la propia construcción dramatúrgica y hace que el argumento evolucione al ritmo oportuno bajo la conveniente atmósfera de intriga. Una intriga que aquí, como digo, está aderezada con unos toques de comedia que hacen que la mezcla sea bastante original.
Ramón Barea está impecable metido dentro de ese profesor que va saltando de un desconcierto a otro, ocultando como puede sus propias incongruencias y traiciones morales, mientras interactúa con su enigmático pupilo. Patxo Telleria, por su parte, cumple con oficio en la piel de un personaje, el del alumno, que tiene poca envergadura en verdad y que sirve solo, en el plano estrictamente dramático, como tramposo azuzador de su antagonista.
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Lo mejor: El punto de partida es bueno, el trasfondo es interesante y la acción discurre con mucha agilidad
Lo peor: Tanto la naturaleza del personaje del alumno como los innumerables giros que él mismo va introduciendo resultan caprichosos.
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