El lápiz labial que amenaza el imperio de Maduro

El lápiz labial que amenaza el imperio de Maduro

Con su locuacidad insultante, hace unos años Nicolás Maduro despreció a la mujer usando algo tan nimio como un secador. «Deben usar menos secadora de cabello para ahorrar luz. Una mujer se ve más bonita cuando se peina con los dedos», proclamó. El dictador venezolano no imaginó que ahora, mientras anda tratando de agradar a Trump, un insignificante pintalabios ha tomado forma de artefacto contra su régimen. Y podría ser más brutal de lo que imagina. La protesta convocada por la líder opositora María Corina Machado para este domingo viene precedida por el impulso de su colaboradora Magalli Meda, que ha incitado a pintarse los labios de rojo tomando el grito de guerra de Coco Chanel: «Si estás triste, ponte más pintalabios y ataca».

Con sus bocas teñidas de intenso bermellón, exigen a la Corte Penal Internacional que actúe ante los crímenes de Maduro y su entorno. «Les voy a presentar el arma que vamos a usar el próximo primero de diciembre», anunció Magalli mostrando un lápiz de labios. «Vamos a subir la voz por cada una de esas personas que hoy está en el encierro, injusto y terrible de un sistema criminal. Tenemos que levantar las voces para que Venezuela emocione, para que Venezuela vibre, para que en los próximos 47 días esté en el mapa del mundo entero». El 10 de enero tomará juramento el presidente del país.

El gesto de Magalli, viralizado en las redes sociales a pesar del terror al que está sometida la población, muestra el poder de un labial para recobrar la confianza de manera instantánea y plantarse ante este hombre que, pavoneándose de tener el control absoluto, se le escapa entre los dedos la pequeñez de una barra de labios.

El mundo no debería nunca desdeñar su poder. El escritor Oscar Wilde, para quien las mujeres eran solo «un objeto decorativo», veía en los labios pintados una señal inequívoca de insinuación sexual. En el siglo XVIII el Parlamento británico los señaló como sospechosos de brujería y prostitución. Para la reina Victoria, la segunda monarca con más años de reinado en Gran Bretaña, eran gesto de mala educación. Pero el siglo XX se encargó de refutar semejantes sandeces.

Para empezar, la reina Isabel II, que dominó como nadie la habilidad de pintarse los labios en público, usó durante décadas el mismo tono rojo de Elizabeth Arden. Esta empresaria canadiense, fundadora de la firma que lleva su nombre, se unió a la marcha por el sufragio de1912 en Nueva York regalando a las manifestantes labiales de un rojo intenso. La imagen fue potente y el cosmético pasó a ser insignia de lucha por los derechos femeninos.

Este distintivo volvió a coger fuerza durante la Segunda Guerra Mundial, esta vez con un doble significado. Por una parte, patriotismo; por otra, resiliencia. Arden, que no dejó de desplegar todo su ingenio a favor de esta causa, ideó un tono que combinaba con los ribetes carmesí de los uniformes femeninos de las mujeres marines alistadas. También las trabajadoras de las fábricas que ocuparon los puestos de los hombres que se marcharon a la guerra simbolizaban con sus labios rojos la idiosincrasia femenina, en contraste con el rudimentario overol y la austeridad de un entorno que hasta entonces había sido casi exclusivamente masculino. La contienda obligó a Churchill a paralizar la producción de cosméticos, pero, siguiendo el consejo de sus asesores, salvó los pintalabios. Estaba demostrado que la alegría de unos labios pintados elevaban la moral de la población. En épocas de crisis, las ventas se disparan.

Todavía hoy, la barra de labios es un grito recurrente en la lucha. En 2016, las redes se llenaron de labios rojos bajo la etiqueta #VermelhoemBelem, en apoyo a la eurodiputada portuguesa Marisa Matías, víctima de los ataques machistas de su adversario André Ventura, quien criticó sus labios «pintados como una muñeca». En abril de 2018, el lápiz escarlata acompañó a las nicaragüenses que se rebelaron contra Daniel Ortega con la campaña #Soy Pico Rojo.

Más cerca tenemos la protesta de 10.000 mujeres chilenas que tomaron las calles en 2019 con los ojos vendados y los labios de un rojo intenso para exigir el fin de la violencia sexual. La psicoterapeuta Julia Robertson, que ha estudiado a fondo su impacto, está convencida de que la intensidad de este color transmite, tanto para sí misma como para quien observa, ese mensaje de «soy poderosa, fuerte y vibrante».

En política, algunas líderes han desafiado así la idea de masculinizar el poder para ser creíbles. Los labios de Margaret Thatcher rompían la sobriedad de sus estilismos, un gesto que copiaron Angela Merkel o Kamala Harris. Lo que se observa es que no hay ideología en el carmín. El rojo es pasión y unos labios bien pintados acentúan la fuerza del discurso. En España tenemos políticas que no se desprenden de su labial, como Yolanda Díaz, Margarita Robles y María Jesús Montero, desde la bancada de la izquierda; y Cuca Gamarra, Isabel Díaz Ayuso o Cayetana Álvarez de Toledo, desde la derecha. Además de un recurso estilístico, se deduce que es un rasgo más de su personalidad.

Este 1 de diciembre, el lápiz labial vuelve a ser el rostro de la lucha no violenta, como lo fue en su día Gandhi, cuando movilizó a las masas a partir de un puñado de barro salado. «Con esto –dijo– hago estremecer las bases del Imperio Británico». Hoy es un cosmético el que puede acorralar a Maduro con una advertencia: «Nunca pases por alto el poder de unos labios rojos».

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