El Ministerio de Cultura, a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem), ultima el expediente de actuaciones previas que abrió en julio para analizar las retribuciones de Lluís Homar, director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC). En un artículo publicado en El Periódico de España el mes pasado Homar reconoció que cobró un total de 50.000 euros en concepto de codirector artístico de tres producciones de la CNTC estrenadas en 2021 (Antonio y Cleopatra, Esta primavera fugitiva y Caravaggio, Vermeer y Velázquez) aunque en realidad no fue así, tal y como puede comprobarse en las fichas de créditos que se publicaron en su momento, donde no consta su nombre en el apartado de dirección. Homar explicó que llegó a un acuerdo con el Inaem en 2021 para cobrar por los trabajos que realizó como actor en dos montajes (Antonio y Cleopatra y El príncipe constante): fue remunerado como director artístico porque administrativamente el organismo no puede pagarle como intérprete mientras esté al frente de la CNTC. Según el contrato que firmó cuando fue nombrado en 2019, puede cobrar por labores de dirección de espectáculos, con un tope anual de 50.000 euros, que se suman a los 79.586 euros que percibe como salario fijo, una fórmula habitual en todos los centros artísticos dependientes del Inaem (Centro Dramático Nacional, Compañía Nacional de Danza, Ballet Nacional de España y Teatro de la Zarzuela) cuando sus responsables no son meros gestores sino también artistas.
El Inaem, en el origen del problema
Las irregularidades que se achacan a Lluís Homar parten en origen de acuerdos tomados entre el director de la CNTC y el Inaem de Amaya de Miguel. En declaraciones a EL PAÍS, Homar sostiene que durante su mandato “no ha habido ningún sobresueldo por un trabajo que se no haya hecho” y que “no ha habido ninguna voluntad de sacar un dinero que no fuera el que correspondiera”. Además, el director subraya que toda su gestión se ha hecho de acuerdo con el Inaem: “Hemos ido de la mano desde el principio hasta ahora mismo, buscando siempre fórmulas para sacar adelante el trabajo. Hemos pasado una pandemia, hemos vivido momentos que no han sido fáciles y siempre hemos trabajado con las distintas personas que componen el Inaem. Y también debe quedar claro que no hay ninguna voluntad de querer cargarle el muerto al Inaem ni nosotros quitarnos de encima ninguna responsabilidad, sino que todo ha sido hecho conjuntamente”.
Amaya de Miguel no ha respondido a la petición de EL PAÍS para aclarar las declaraciones de Homar. Su sucesor inmediato, Joan Francesc Marco, sí ha contestado: “En mis dos etapas del Inaem [fue también director general entre 1990 y 1995] siempre se han hecho los contratos con sujeción a la legislación atendiendo a las indicaciones de los servicios jurídicos, que siempre encuentran un encaje. Lluís Homar me planteó no hace demasiado como podía participar en una película que significaba una semana de rodaje. Lo consulté y me dieron la solución. Suspensión de contrato y de sueldo mientras durara el rodaje y cuando terminara el rodaje activarle el contrato”.
José Guirao, que fue nombrado ministro de cultura el 14 de junio de 2018, cargo que dejó el 13 de enero de 2020, nombró a Amaya de Miguel directora del Inaem por recomendaciones de expertos en artes escénicas. Su sucesor, Miquel Iceta, la mantuvo en el cargo: “Yo llegué a Cultura el 12 de julio de 2021, confirmé a todos los directores generales y Amaya de Miguel se fue el 29 de marzo de 2022, para ser nombrada directora general de la Fundación Montemadrid”, explica el exministro a este diario.
El Inaem, fundado en 1985 por José Manuel Garrido Guzmán, hombre fundamental en el teatro español de la Transición, es un organismo que fue necesario y de brillante ejecución en los años ochenta del pasado siglo, pero desde hace años pide a gritos una renovación que no sólo lo flexibilice, sino que tenga en cuenta las diferentes necesidades de los sectores laborales que están implícitos en él. Son muchas las voces que consideran que los centros de producción artística del organismo deberían ser dirigidos por gestores y no por artistas, algo que ha ocurrido de manera muy excepcional en sus cuatro décadas de existencia: Isabel Navarro en el Centro Dramático Nacional, José Antonio Campos en el Teatro de la Zarzuela, Rafael Pérez Sierra en la CNTC y la recientemente nombrada Isamay Benavente en el Teatro de la Zarzuela. Nada más llegar al cargo Urtasun prometió ponerse con ello.