El monasterio gallego con vistas al mar que resistió a los piratas y cuya iglesia preside una virgen milagrosa

El monasterio gallego con vistas al mar que resistió a los piratas y cuya iglesia preside una virgen milagrosa

El viajero que se adentra en Oia (Pontevedra) lo hace en una esplanada casi infinita que devora el azul eterno del Atlántico. El pedazo de tierra más meridional de Galicia se extiende sobre una planicie silenciosa de roca y agua y, en los días tristes, invita a la depresión o a la morriña.

Allí, en Oia, el mar se muestre libre, sin cadenas, sin la barrera perenne de las Cíes que un poco allá, desde Baiona y hasta Vigo, confiere a la ría otra imagen: más hogareña, más cálida, más protegida. Casi se podría decir que más gallega.

En Oia no. En Oia el océano se muestra bravo: tranquilo e inabarcable en verano, tempestuoso y agitado durante el período invernal. Allí las casas se suceden, cayendo en picado hacia la costa o casi pegadas al litoral las más valientes, las que desafían temporales y tormentas a partir del mes de octubre.

Un sinfín de construcciones entre las que una llama la atención por encima de todas: el Monasterio de Santa María Oia, que se extiende a lo largo de más de 7.500 metros cuadrados de terreno escondiendo, entre sus muros, un pedacito de historia y de leyendas de Galicia.

El Monasterio de Santa María de Oia

Porque el relato de este cenobio se retrotrae a mediados del siglo XII, cuando comienza a construirse durante el mandato del rey gallego Alfonso VII. En el interior de sus muros se reunieron monjes que previamente habitaban distintos puntos de la comarca.

En 1185 pasó a formar parte de la Orden del Císter, siendo hoy el único monasterio de esta Orden ubicado en el Atlántico. Gracias a su estratégico emplazamiento, justo a la orilla del mar, Santa María de Oia jugó un importante papel en la defensa de la costa.

No en vano, en 1624 los monjes lograron desbaratar un ataque de la flota de piratas turcos y bereberes, lo que llevó al rey Felipe IV a conceder al monasterio el título de ‘Real’. Tras la Desamortización de 1835 pasó a ser de propiedad privada, aunque la iglesia funciona como templo parroquial.

En 1931 es declarado Bien de Interés Cultural gozando desde entonces de la máxima protección legal en materia de patrimonio histórico.

Desde 2005 el monasterio ha sido accesible al público en diferentes ocasiones, como durante la celebración del 75º aniversario de esa declaración como BIC, que tuvo lugar al año siguiente, en 2006.

Años más tarde, en 2019, arranca una dinamización cultural activa y organizada entorno a visitas guiadas y diferentes eventos como charlas, talleres o conciertos. Hoy es posible organizar visitas guiadas, si bien en estos momentos se encuentran pausadas debido al inminente inicio de nuevas obras de restauración y rehabilitación.

Unos trabajos aprobados por el Consello de la Xunta a inicios de este mismo año y que permitirán dotar al monasterio de restaurante, así como la puesta en marcha de un proyecto cultural dinamizador del turismo en el entorno.

Con 1,8 millones de euros, se sufragará, entre otras acciones, la reforma y rehabilitación del sistema estructural, así como la mejora de carpinterías, cubiertas y envolvente. La llegada al restaurante se realizará desde el patio de armas, y tendrá vistas a la costa de Oia.

La leyenda de la Virgen del Mar

Un lugar mágico para comer en el que el visitante podrá, también, acercarse a una de las leyendas que envuelven la historia del monasterio, la de Nuestra Señora del Mar o del Destierro, como llaman a la imagen que apareció en la Playa de la Orilluda, junto al monasterio, en 1581.

Cuentan que el retrato fue descubierto por un par de agricultores que se habían acercado a podar las vides que tenían en unos barrancales sobre el acantilado. Desde allí, y gracias a la marea baja, pudieron observar en el agua una especie de destellas que salían de una de las zonas en las que agua rompía sobre las olas.

Tras acercarse, comprobaron que se trataba de una estatua de la Virgen unida a un perro por un collar de conchas de vieira. Una vez rescatados ambos, al llegar al camino el can volvió a la vida y transportó a la Virgen hasta el monasterio. Esta, una vez allí, recuperó su estado original, siendo conducida por los monjes hasta la capilla principal.

En la actualidad la imagen se sigue venerando en la iglesia del monasterio, donde se observa la talla, alzada sobre unas olas y la figura de un perro, y el conjunto, a su vez, sobre una representación del mar en recuerdo de la prodigiosa historia.

La exposición

Para poner en valor esta y otras historias del monasterio, la sede de Afundación en Vigo acoge desde ayer y hasta el próximo 5 de octubre la exposición ‘Un Mosteiro, un mar de historia(s)’, promovida por la Fundación Bretal, el Mosteiro de Oia, y con el apoyo de Afundación, la Obra Social de Abanca y la Xunta de Galicia.

La muestra descubre a los visitantes los episodios menos conocidos relacionados con la historia de este cenobio cisterciense.

La comisaria de la exposición, Sarah Barbará, destaca que el monasterio “es el protagonista absoluto de un mar de historias, que se entrelazan a lo largo de 875 años y que son el hilo argumental de una apasionante exposición”.

La iniciativa tiene carácter sensorial y colaborativo, con elementos como los aromas que evocan al monasterio, una puerta que conduce a su claustro, ‘cajas mágicas’ para asomarse a las rutinas de los monjes que lo habitaron o un ‘punto selfie’.

Asimismo, incluye un espacio final de co-creación para continuar generando conocimiento en torno a este conjunto arquitectónico.

Los visitantes podrán hacer un recorrido por la historia de Galicia de los últimos 8 siglos a través del propio monasterio y conocer los retos a los que se enfrenta en el futuro, con la apuesta de sus propietarios (desde 2004), MARE, por la gestión basada en la conservación, la divulgación del patrimonio y la puesta en valor de la cultura local.

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