El ocaso de la esperanza roja

El ocaso de la esperanza roja

Una dimisión vergonzante, pues mantiene las prebendas como vicepresidenta y ministra de Trabajo. El caso de Yolanda Díaz abochorna a cualquiera, porque en coherencia con sus pésimos resultados electorales, y ya van unos cuantos, debería dejar también la poltrona del Ejecutivo.

Pero no, la comunista abandona sus cargos al frente de Sumar, si bien se mantiene en la moqueta, el coche oficial y las suculentas ventajas del cargo. Al menos, sus eternas adversarias, las podemitas Irene Montero o Ione Belarra están ya fuera del Gabinete y han peleado sus escaños desde la calle y el partido.

Es la suya la historia de una travesía fracasada por completo, desde aquel dedazo de su mentor, Pablo Iglesias, quien hoy debe retorcerse de gusto ante la caída en desgracia de su gran traidora. Pinchó en hueso en Galicia, su propia tierra, dónde no sacó ni un solo escaño. Desde entonces la estrella de Yolanda Díaz, estuvo en horas bajas, hasta este batacazo final en las elecciones europeas.

[[QUOTE:PULL|||Sin reparos para traicionar a Iglesias, hoy sorbe su propia cicuta traicionada por Sánchez]]

En el gobierno y en el PSOE reconocen que desde hace meses «Se le hacía el vacío», con evidente frialdad por parte del presidente Pedro Sánchez, algo que también se detectaba en los plenos del Congreso. En Sumar denunciaban sus «dedazos», el último, la elección de Estrella Galán, secretaria general del Comité Español de Ayuda al refugiado (CEAR) para encabezar la lista en las elecciones europeas, que se ha saldado como un fiasco.

En medio de una contestación interna entre la sopa de siglas que integran Sumar, Yolanda ha llevado al ostracismo a IU y no ha logrado borrar del todo a sus rivales de Unidas Podemos. La que fuera gran esperanza de la izquierda alternativa a los socialistas, esa «zarina roja» designada a dedo por su entonces protector Pablo Iglesias, la mujer que se erigía como la musa de un comunismo radical de corte blando, no consiguió remontar y está en la cuerda floja en el seno del Gobierno.

Aunque logró colocar a algunos de sus peones, Ernest Urtasun, en el ministerio de Cultura, Sira Rego, cuota de IU, en un departamento fantasma de Juventud e Infancia, y Pablo Bustunduy, enemigo de Iglesias, en Derechos Sociales como sustituto de Ione Belarra –toda una provocación a los podemitas– su poder e influencia son ya inexistentes y Díaz vive un ocaso político. Para sus enemigos de Unidas Podemos es «cínica, ambiciosa, demagoga y traidora». Qué se lo digan a Iglesias y sus dos acólitas.

[[QUOTE:PULL|||Desde Galicia, su estrella estuvo en horas bajas hasta el batacazo final de las europeas]]

Al frente de una ensalada de partidos o «partidiños», Yolanda Díaz se creyó más atractiva y menos arisca que Ione Belarra o Irene Montero, sin reparos para traicionar a Pablo Iglesias, quien escogió a esta gallega como heredera sin ser militante de Podemos.

Afiliada al PCE y sindicalista de Comisiones Obreras, pertenece a esa casta comunista con doble vara de medir, roja por fuera, burguesa por dentro, enfundada en trajes de diseñadores y zapatos de alta gama, con una melena teñida de mechas rubias que se cambió hace años cuando su cabello natural, muy oscuro, la hacía bastante mayor. La llamada «roja entre algodones», sorbe hoy su propia cicuta devorada por Pedro Sánchez.

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