El peso de la culpa

El peso de la culpa

Once días después de que el agua se cebara con Valencia y la corriente se llevara las vidas de al menos 223 personas e hiciera desaparecer a otras 78 o más, junto con buena parte del futuro de los valencianos, seguimos analizando los fallos en la respuesta a la emergencia provocada por la dana, un fenómeno natural irrefrenable, de cuya magnitud, pese a contar con las herramientas precisas (científicos, meteorólogos y mecanismos de alertas), nadie nos advirtió en tiempo y forma.

Durante muchos días, todo ha sido caos y desidia y el mismo país que presume de recursos materiales y humanos y que hace más de cuarenta años puso orden en las riadas de Bilbao en tres días, es incapaz de minimizar la tragedia. ¿El motivo? La falta de previsión, la pésima gestión y la demora en la respuesta. En definitiva, la mala política. Y, sobre todo, los malos políticos. Nuestros dirigentes fueron incapaces de formar equipo incluso en del desastre, porque ni siquiera la empatía ante el dolor y las pérdidas les desviaba de sus intereses particulares.

Es delirante comprobar que en medio de este drama, los políticos de distintos signos y administraciones continúan defendido lo indefendible, alegando toda suerte de razones peregrinas. Ninguno de ellos nos convence. Y todos nos han decepcionado. Deberían afectarles la desgracia, la angustia, los relatos humanos… Y tal vez lo hace, pero, desde luego, no lo aparenta.

Si yo fuera Mazón o Sánchez no podría mirarme al espejo. Me devoraría el peso de la culpa. En cambio, ellos, permanecen incólumes ante la adversidad ajena. Y a quien no le daña la pena de los otros se convierte en un monstruo. Lo decía Shakespeare. Por su parte Baltasar Gracián aseguraba que «errar es humano, pero que echarle la culpa a los demás es más humano todavía». Pues sí…, pero también hay un proverbio árabe que recuerda que «la primera vez que me engañes la culpa será tuya; la segunda ya será mía». Conviene tenerlo presente. Como también que la ira ciudadana es punible incluso en la desesperación, pero la violencia política, que se ejerce de muchas maneras, incluso por error u omisión, parece no serlo…

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