Entre el PP y el PNV no hay nada. Ni roce siquiera. Algún amago de interlocución, que fue vencido por las rencillas pendientes de la moción de censura a Mariano Rajoy y por la desconfianza que existe entre las dos partes. Vox es la razón que dan, pero solo es la excusa porque si hubiera voluntad política de sembrar conexiones ya se buscarían la fórmula para trabajar en la sombra algún canal de comunicación.
Con Junts sí hay un miembro del comité de dirección del PP, de la cúpula de notables, que actúa de «tapado» para mantener una vía directa y continúa de comunicación con ellos. Pero este diálogo es mucho más incómodo de manejar para la dirección por la división que genera. Hay un sector del PP que cree que deberían romper todos los tabúes y reconocer que están dispuestos a buscar fórmulas de acuerdo en el Congreso con la formación de Carles Puigdemont en temas económicos y sociales. E igual también con el PNV, porque entienden que esto es lo que más puede desestabilizar a Pedro Sánchez en estos momentos. Ahora bien, al mismo tiempo hay dirigentes de mucho peso que se oponen a normalizar al partido de Puigdemont: la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, así lo declaraba hace una semana en una entrevista con este periódico. En el gabinete del presidente popular están más próximos a la posición más conservadora, la de Ayuso, que a la de los que defienden lanzar ya anzuelos a PNV o Junts, al menos, de momento.
Es tentador el hecho de que con Junts el PP podría diseñar una estrategia parlamentaria en la que el problema de Sánchez no fuera solo que no puede aprobar nada, sino que acumula derrotas en el Congreso. Pero a los que mandan les puede el miedo al qué dirán algunos de los satélites mediáticos de la derecha que ambicionan dictar la línea editorial a Génova, y que tienen influencia en la parte más conservadora de sus votantes.
A pesar de que dentro del PP siguen existiendo esas dos almas, la que defiende una posición más centrista, y la que sigue mirando todo el tiempo por el espejo retrovisor a lo que hace Vox, a Feijóo le reconocen en su partido el trabajo para que todos cierren filas en cuestiones nucleares. Aunque hay matices que se pagan caro y de estos últimos días pueden sacar alguna lección.