Todo son malas noticias para Pedro Sánchez. Cuando aún no se ha quitado de encima el susto y el deshonor de Paiporta, arrasa en las elecciones norteamericanas Donald Trump, su enemigo público número uno. Es natural que el Gobierno «progresista» español haya recibido con gran disgusto, casi con consternación, el triunfo del candidato republicano, y era de temer que utilizara sus malas artes, hasta extremos vergonzosos, para intentar «ganar el relato» de Valencia cargando los muertos de la riada sobre los frágiles hombros de Carlos Mazón. Hasta el último minuto confió el Gobierno de Sánchez en la victoria de la progresista Kamala Harris y desde el primer momento se desentendió de la tragedia de la DANA. Lo que ha pasado en Estados Unidos indica el rumbo del mundo occidental y concuerda con la ola conservadora que está invadiendo Europa. Lo que ha pasado a orillas del Mediterráneo confirma el desgobierno que hay en España. Pedro Sánchez llevará para siempre grabado en su carne un tatuaje imborrable: «Si necesitan más ayuda, que la pidan».
El pensamiento «woke» que fluye por la ideología de género, el feminismo exacerbado, el derecho al aborto, el ecologismo radical, la exaltación del cambio climático, la inmigración descontrolada y la «cultura de la cancelación» tiene mucho que ver con este giro a la derecha, en el que el péndulo amenaza, como se ve, con seguir su marcha hasta el extremo. Un verdadero peligro sin duda. Pero cada vez está más claro que son los abusos de la izquierda, que se denomina «progresista», los que están provocando la peligrosa reacción de la parte contraria. España no es una excepción. Al contrario. Lleva camino de convertirse, si se mantiene el actual Gobierno, en el laboratorio experimental de la confrontación. Tanto la política exterior, con el triunfo de Trump, como la política interior con la tragedia de Valencia, mal gestionada y, en parte, evitable, quedan destrozadas e inservibles.
Si ahora hubiera elecciones en España, como solicitan las fuerzas de la oposición y la mayor parte de los observadores independientes, el socialista Pedro Sánchez sufriría previsiblemente una derrota tan contundente como la sufrida por la progresista Harris en Estados Unidos. Por eso no las convoca. La recuperación electoral del sanchismo no se cumplirá esta vez, ni siquiera en la martirizada comunidad valenciana, donde el Partido Socialista está llevando a cabo una intensa campaña en las redes sociales para culpar a Mazón del desastre. A ese propósito responde el infame y significativo tuit borrado de la ministra de Igualdad, Ana Redondo: «Es nuestro momento». ¡Hay que ser miserables!