España logra el liderazgo mundial en la creación de unidades cardiorrenales

España logra el liderazgo mundial en la creación de unidades cardiorrenales

Dicen del cuerpo humano que se trata de una máquina perfecta. Y lo cierto es que casi lo es. El engranaje del organismo funciona de forma coordinada magistralmente para ejercer una función en conjunto. Por eso, cuando una de las piezas comienza a fallar, suelen resentirse también otras. Es lo que ocurre, por ejemplo, con el corazón y con el riñón, dos órganos vitales tan conectados que dan lugar al síndrome cardiorrenal.

La relación entre riñón y corazón resulta profunda y compleja. «Ambos coordinan su funcionamiento para mantener un volumen y presión de sangre adecuado y suficiente. Por ello es común que el deterioro de uno afecte al otro», confirma Marta Cobo, cocoordinadora del Grupo de Trabajo de Síndrome Cardiorrenal de la Sociedad Española de Cardiología (SEC) y cocoordinadora de la Unidad Cardiorrenal del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Madrid.

En concreto, tal y como detalla la cardióloga, «resulta común que los pacientes con insuficiencia renal presenten más problemas de salud coronaria y viceversa, pero también complicaciones como arritmias, que son alteraciones en el ritmo cardíaco, y especialmente insuficiencia cardiaca, un síndrome clínico en el cual el corazón no logra cubrir las necesidades del organismo». De hecho, según apunta Cobo, «la prevalencia de patologías cardiovasculares en los pacientes con enfermedad renal varía del 63% al 75%, dependiendo del estadio de la enfermedad. Estos problemas cardíacos no solo complican el manejo de la enfermedad renal, sino que también elevan significativamente el riesgo de morbilidad y mortalidad».

Impacto doble

Esa cifra no es baladí, pues «se estima que en nuestro país el 15% de las personas mayores de 60 años tiene alguna afectación renal, lo que significa que el riñón trabaja de forma incorrecta y no es capaz de filtrar y eliminar las impurezas. Y alguien con afectación renal presenta un riesgo elevado de tener un evento cardiovascular. De hecho, si no se diagnostica a tiempo y no se trata correctamente, puede progresar a enfermedad renal crónica terminal, lo que implicaría necesitar algún tipo de terapia renal sustitutiva», explica María José Soler, vicepresidenta de la Sociedad Española de Nefrología (SEN) y jefa clínica de Nefrología y diálisis del Hospital Universitario Vall d’Hebron de Barcelona.

Factores de riesgo compartidos, como la hipertensión, la diabetes, niveles altos de colesterol y la obesidad, pueden dañar tanto el corazón como el riñón, exacerbando las patologías presentes. El «cóctel» resulta tan común como peligroso, de ahí que hace apenas tres años comenzaran a implantarse en nuestro país de forma pionera las denominadas unidades cardiorrenales, «esenciales porque la prevalencia y la complejidad de la enfermedad cardiorrenal están aumentando significativamente», advierte Cobo.

Aunque la definición del síndrome cardiorrenal nació en Italia gracias al doctor Claudio Ronco, España está marcando el camino a seguir en su abordaje, ya que una encuesta reciente inicial realizada por la SEN evidenció la existencia de programas cardiorrenales en al menos 25 hospitales españoles. «Somos promotores en la creación de este tipo de unidades conjuntas y en tener un grupo de trabajo cardiorrenal entre cardiólogos y nefrólogos. Lo que nos falta es que esto se conozca más», reconoce Soler.

Así lo confirma también Cobo, quien asegura que «hemos sido un país pionero en Europa en este campo. Desde su inicio, los grupos de trabajo de la SEN y la SEC se han enfocado en promover estos modelos de atención integral a través de la elaboración de documentos esenciales para la organización y el manejo clínico, fomentando los programas de formación y de acreditación, y mediante la medición periódica de resultados. Gracias a estos esfuerzos se puede afirmar que España cuenta con una red de programas cardiorrenales extendida por todo el territorio, lo que la coloca a la vanguardia en este campo en comparación con otros países del mundo».

El siguiente paso ahora es la acreditación de estas unidades por parte de las sociedades científicas de Cardiología y Nefrología, una certificación de calidad que, por primera vez en diciembre lograron tres hospitales españoles, a los que se unirán otros dos en las próximas semanas. «Se trata de las cinco unidades ‘‘piloto’’, pero está previsto que, desde este 2025 se proceda a acreditar 15 unidades por año», avanza Cobo.

En concreto, estas unidades «son un modelo novel de organización que se caracteriza por la intervención coordinada y multidisciplinar del paciente con enfermedad cardiorrenal con el objetivo de estabilizar, enlentecer o incluso revertir la progresión de la patología con una perspectiva de atención personalizada», detalla Cobo. Así, estas consultas funcionan mediante la colaboración estrecha entre cardiólogos (generalmente especializados en insuficiencia cardíaca) y nefrólogos, aunque también incluyen internistas, enfermería especializada y otros profesionales. «En cada encuentro clínico, se evalúan y ajustan los tratamientos para asegurar la eficacia y minimizar efectos secundarios, se identifican y tratan comorbilidades relacionadas, y se consideran intervenciones más avanzadas cuando es necesario, como tratamientos cardiológicos o terapia renal sustitutiva. Además, muchas disponen de un hospital de día médico, el cual permite la administración de tratamientos intravenosos, como diuréticos o hierro», detalla Cobo.

Beneficios transversales

Las ventajas que aportan son notables y transversales. «Para la persona afecta de enfermedad cardiorrenal resulta mucho más cómodo y mejora en gran medida su calidad de vida, pues se reducen las visitas y las pruebas redundantes. Pero, además, se facilita el diagnóstico precoz y se permite un tratamiento optimizado, aprovechando más los beneficios de los fármacos renoprotectores y cardioprotectores que han demostrado su eficacia en los últimos años. Ahora hay muchos tratamientos y nuevos estudios que auguran un mejor pronóstico para los afectados en términos de evitar la progresión a enfermedad renal terminal y disminuir el riesgo cardiovascular. Por eso hay que insistir en trabajar juntos y consolidar la conveniencia de fomentar su implantación en los centros hospitalarios», recuerda Soler.

Sobran los motivos para apostar por este tipo de abordaje multidisciplinar, ya que esta modalidad de atención no solo mejora la calidad de vida del paciente, sino que también contribuye a la eficiencia del sistema de salud. Los datos lo confirman, tal y como demuestra el estudio realizado por el Servicio de Nefrología y el Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada, presentado en el 54 congreso nacional de la SEN: «Nuestro trabajo determinó un descenso del 65% en el número total de visitas a urgencias, una reducción del 60% en el total de hospitalizaciones y un descenso del 33% en el número total de días de hospitalización de los pacientes con enfermedad cardiorrenal. Además, se mostró un descenso de casi el 70% en los costes sanitarios de estos afectados en tan solo un año, con un gasto total evitado de 690.000 euros», precisa Eliecer Soriano, nefrólogo del hospital granadino y uno de los coordinadores del estudio.

Please follow and like us:
Pin Share