El pasado fin de semana, mi pareja y yo nos embarcamos en una aventura hacia Sevilla. Cada vez que viajamos, uno de nuestros rituales favoritos es sumergirnos en la historia oculta de la ciudad a través de un tour de misterios y leyendas. Así que, como es costumbre, nos inscribimos en un tour nocturno por los lugares más enigmáticos de Sevilla, con Julián, nuestro guía, un experto en relatos paranormales.
La noche comenzaba con historias clásicas de fantasmas y apariciones, pero nada podía prepararnos para lo que vendría después: una leyenda que nos heló la sangre. Estábamos frente a los antiguos almacenes Vilima, un edificio que hoy funciona como hotel, y Julián nos empezó a contar su historia. Entre risas nerviosas, nos apretamos las manos, sin saber que estábamos a punto de escuchar una de las leyendas más inquietantes.
Los almacenes Vilima y su sombrío pasado
Los almacenes Vilima, situados en la calle Puente y Pellón, se fundaron en 1963 y pronto se convirtieron en un símbolo de modernidad en Sevilla. Fueron construidos en un edificio con historia, anteriormente perteneciente a la nobleza, y adquiridos por la familia Lirola. Victoria Lirola Martínez, la hija del empresario, fue quien inspiró el nombre de este icónico lugar.
Vilima fue una tienda exitosa de juguetes y zapatos durante años, hasta que un incendio en 1968 cobró la vida de dos bomberos. Tras este incidente, aunque reabrieron, su popularidad comenzó a declinar debido a la competencia con El Corte Inglés. Finalmente, en 2001, cerraron sus puertas, y el edificio cayó en el abandono, dejando un vacío en la ciudad… Y, según las leyendas, algo más oscuro en su interior.
La leyenda de los fantasmas de Vilima
Una vez abandonado, el edificio comenzó a ser el foco de historias escalofriantes. Los que lograron entrar ilegalmente en sus ruinas aseguraban que en la antigua juguetería, ubicada en la tercera planta, algunos juguetes parecían cobrar vida solos, mientras que otros objetos cambiaban de lugar sin explicación. Se escuchaban ruidos misteriosos, y los rumores sobre un espíritu que merodeaba el lugar crecían con el tiempo.
Julián nos contó, además, que Alex de la Iglesia, el famoso director de cine, grabó en este edificio una escena de su película “Crimen ferpecto”. Al revisar las grabaciones, se encontraron con sonidos extraños, y parte del metraje inexplicablemente desapareció, alimentando aún más la leyenda.
Para el año 2017, el grupo H10 Hotels adquirió el edificio para transformarlo en un hotel de lujo. Sin embargo, según Julián, la actividad paranormal no cesó. En la tercera planta, donde antaño había una juguetería, los huéspedes comenzaron a reportar sucesos extraños: risas de niños en la madrugada, objetos fuera de lugar… Parecía como si los antiguos juegos y los ecos de una infancia oscura se negaran a abandonar el lugar.
Una experiencia aterradora: la historia de una joven pareja
La historia ya llegaba a su fin, cuando Julián nos compartió una historia que nos dejó pálidos. Hace tan solo tres meses, una pareja joven participaba en este mismo tour cuando, al escuchar la historia del hotel, su reacción fue alarmante. La chica, casi desmayada, y el chico, completamente pálido, confesaron que estaban hospedados en ese hotel, y que su estancia había sido una experiencia traumática. Según contaron, durante la noche oían risas de niños, y al regresar a la habitación, encontraban sus cosas desordenadas. Sin poder soportar el miedo, hicieron sus maletas y abandonaron el lugar de inmediato.
A medida que escuchaba, notaba cómo la piel se me erizaba. Miré a mi pareja y vi en sus ojos el mismo temor que sentía yo. Aunque estábamos a salvo, de pie junto a Julián, la sensación de que algo oscuro acechaba en el hotel Vilima era innegable.
La noche en Sevilla y el eco de una leyenda
Esa noche, ya de regreso en nuestro alojamiento, no lograba apartar de mi mente la historia de los almacenes Vilima. Lo que en su día fue un emblema de modernidad para Sevilla ahora permanece envuelto en sombras, convertido en un recuerdo oscuro y persistente que sobrevive en el edificio. Imaginar a huéspedes de ese hotel enfrentándose a risas infantiles en plena madrugada o encontrando sus pertenencias desordenadas como si alguien, o algo, hubiera jugado con ellas me resultaba escalofriante. La idea de que una presencia invisible pudiera quedarse atrapada en esas paredes, resistiéndose a desaparecer, hacía que cada detalle de la leyenda me pareciera aún más perturbador. Aunque el edificio hoy alberga a viajeros de todo el mundo, parece que en cada rincón sigue latente la huella de Vilima, sus ecos y sus secretos.