La Unión Europea aguanta la respiración ante los resultados del próximo 5 de noviembre en EEUU. En otra ocasión, podría ser una frase hecha, pero en ésta nadie duda de que una posible vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca tendría un impacto colosal sobre los equilibrios geoestratégicos y la tradicional alianza a ambos lados del Atlántico.
La capital comunitaria está dividida. Los hay quienes prefieren ver el vaso medio lleno y creen que una nueva presidencia de Donald Trump puede ser el aldabonazo que la Unión Europea necesita para despertar de manera definitiva y asumir sus deberes como potencia geoestratégica sin depender de Washington ( sobre todo en materia de Defensa), pero los hay quienes temen que la vuelta del magnate a la Casa Blanca pueda acrecentar las divisiones de las capitales europeas y dejar al club comunitario sumido en la inoperancia, incapaz de alcanzar la edad adulta ante el incierto tablero internacional.
La tensión se respira en el ambiente. El sentir generalizado es que una segunda presidencia de Trump puede ser incluso más disruptiva que la primera cuando el magnate amenazó con dejar a la Unión Europea a la intemperie, si no subían su gasto en Defensa hasta el 2%, y se produjo la salida de Washington del Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático. En cuanto al primer aspecto, la OTAN confía en amainar a Trump con la lógica de los datos. Se espera que este 2024, 23 de los 32 aliados de la Alianza alcancen el 2%, lo que supone todo un logro si se compara con la situación cuando el magante asumió la presidencia en 2016. Sobre el cambio climático, Bruselas mantiene los compromisos de 0 emisiones en 2050, pero en los últimos meses se han puesto de manifiesto las tensiones que está causando en algunos sectores y la necesidad de que la descarbonización no ponga en peligro el crecimiento económico y la impresión generalizado es que Bruselas está girando hacia un enfoque más pragmático que puede acentuarse con una presidencia de Trump.
Ahora la situación puede ser mucho más enrevesada. De hecho, en las últimas semanas se han producido reuniones de los embajadores europeos con altos funcionarios de la Comisión Europea para analizar todos los escenarios. Las preocupaciones se ciernen sobre todo por la continuidad del apoyo a la guerra en Ucrania y posibles represalias comerciales de Estados Unidos, en una segunda vuelta de tuerca del America First.
Pero aunque resulta evidente el apoyo mayoritario de las cancillerías europeas a la candidata demócrata, Kamala Harris, de quien se espera una política continuista respecto a Joe Biden, (al menos en política exterior) hay alguien en el Viejo continente que va a alegrarse mucho si Trump vuelve a ser el inquilino del Despacho Oval.
Lo ha dicho sin disimulos. Se trata de Viktor Orban, el primer ministro de Hungría y considerado el caballo de Troya de Vladimir Putin en la Unión Europea. Ha asegurado incluso que descorchará “varias botellas de champán”. El mandatario magiar va incluso más allá y cree que la Unión Europea debe ir cambiando su estrategia de apoyo a Ucrania, si Trump vuelve a ocupar la Casa Blanca, ya que no habrá demasiado tiempo que perder. Los próximos días 7 y 8 de noviembre, los líderes europeos se reunirán en Budapest, en una cumbre prevista de antemano, ya que este semestre Hungría ostenta la presidencia del Consejo Europeo de la UE. De hecho, el día 7 los líderes europeos abordarán durante la cena las implicaciones del resultado estadounidense para la UE. El guion se parece bastante a lo ocurrido en 2016, cuando el entonces presidente del Consejo, Donald Tusk, convoco una cena extraordinaria de los jefes de Estado y de Gobierno de los entonces Veintiocho para analizar la situación tras la victoria de Trump que fue bautizada como la “cena del pánico”.
Nadie duda de que, aunque la investidura presidencial no tendrá lugar hasta el próximo 20 de enero, Trump comenzará a utilizar las redes sociales para hacer anuncios. “Actuará inmediatamente, por tanto, como líderes europeos, no tenemos ningún tiempo que perder porque no habrá dos o tres meses como habitualmente tenemos”, ha pronosticado Orban. Por eso, el primer ministro húngaro apuesto primero por reaccionar “intelectualmente, filosóficamente” para después “actuar tan rápido como sea posible”.
“La intención húngara se centra en lograr un alto el fuego, porque estamos convencidos de que esa guerra no se puede ganar en el campo de batalla. Simplemente no se puede, ése es nuestro sentimiento”, ha asegurado el mandatario húngaro. Si bien, en estos años de guerra Orban ha sido considerado un verso suelto en la UE, el temor es que una victoria de Trump y el cansancio occidental por las malas noticias en el campo de batalla, hagan que el bando por- Putin vaya ganando adeptos. De momento, la Eslovaquia de Robert Fico puede seguirle los pasos.
La apuesta geopolítica de la Comisión Europea presidida por von der Leyen de ayudar a Ucrania a ganar la guerra hasta el final y que el país se integre en la Unión Europea puede acabar en aguas de borrajas. Será muy difícil que el club comunitario pueda hacer el esfuerzo de armar a Kiev en solitario, teniendo en cuenta las dudas de muchos socios sobre temas como la provisión de armas de largo alcance y el poco entusiasmo con el que ha sido acogido el “Plan de la Vitoria” presentado por Zelenski. A esto se une que tras las pasadas elecciones europeas, la UE parece sumida en una preocupante crisis de liderazgo con el canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente francés, Emmanuel Macron, en horas bajas y acechados por el éxito de partidos de ultraderecha.