Los trabajos de Iker Karrera (Hondarribia, 39 años) parecen haber encontrado ese santo grial de las artes escénicas por el que la calidad de un espectáculo (a muchos niveles) y que le guste al gran público (grande de verdad, agota entradas y acumula seguidores y ‘me gustas’ en las redes sociales como una pop star) conviven en un encuentro coordinado y feliz. La falta de solemnidad y misticismo de su discurso, también el hablado, que es directo, cercano y terrenal, casa a la perfección con la accesibilidad de sus obras.
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