Un hermano, tres perros y una amiga. Estas presencias resumen el círculo más íntimo de Isabel Pantoja en su casoplón madrileño de la urbanización La Finca, una de las más lujosas de Europa.
La tonadillera se trajo desde Cantora a sus canes favoritos y se ha olvidado de la pandilla de gatos que le hacían las tardes más alegres en sus paseos por el campo que rodea al cortijo. Los felinos maúllan desconsolados la ausencia de su dueña, más apegada a los fieles caninos que a los gatunos.
Que se sepa, en lo que se refiere al servicio doméstico, todavía se encuentra en periodo de selección de empleados. Con una premisa imprescindible, que firmen un contrato de confidencialidad. El que no pase por ese aro no es bienvenido.
Isabel impone sus normas, e incluso se ha reunido con el nuevo equipo médico que le tratará de sus dolencias, para conocerles antes de convertirse en su paciente. La reunión fue en los alrededores del Hospital Puerta de Hierro, cercano a su chalet finquero. Y debió ser satisfactoria porque la cantante ya se está haciendo pruebas en el centro sanitario en cuestión.
Esta semana se la ha visto entrar en el hospital acompañada de su hermano, confidente, secretario, confesor… Agustín. La amiga se quedó en la urbanización cuidando a los perros.
En Cantora, que se sepa, quedan también guardados en la habitación misteriosa unos ciento cincuenta objetos que pertenecieron a Francisco Rivera Paquirri, incluidos los que la Pantoja no ha entregado a los hijos mayores de su fallecido marido.
