La icónica baldosa de Bilbao cada vez se pisa menos y los peatones resbalan más

La icónica baldosa de Bilbao cada vez se pisa menos y los peatones resbalan más

Debe de ser incómodo andar en sandalias por la calle comercial más transitada de Bilbao con una bandeja de pasteles en la mano. Más aún un día de lluvia, típico de comienzos de otoño. La mujer que camina así, a paso ligero, sortea los charcos, evita pisar los adoquines mal rejuntados para no ser salpicada, y esquiva al gentío que todavía rehúsa plegar el paraguas. Montse López observa esta escena desde la puerta de la pastelería donde también acaba de ser atendida. Va a esperar un rato bajo la cornisa del edificio a que “la situación se tranquilice”. Tiene miedo de resbalarse con el adoquín que recubre toda la Gran Vía de la capital vizcaína. “Me ha pasado muchas veces, tanto aquí como en otros puntos de la ciudad”, reconoce. “No entiendo por qué han dejado de colocar la baldosa de Bilbao”.

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