Estrategia ¡cuántas tonterías se escriben en tu nombre! Especialmente en España donde se suele enterrar bajo montañas de palabras y conceptos rimbombantes los intereses colectivos de los españoles que, sencillos como son de identificar, se demuestran difíciles de defender en la práctica. Sobre todo cuando ni tan siquiera se ha intentado explorarlos a fondo. Podríamos pues empezar agrupando nuestros problemas exteriores potenciales en dos categorías: los colectivos –los que afrontamos junto a otras naciones afines– y los individuales. Pero ambos no son totalmente independientes al poder llegar a afectar a España simultáneamente en la común esfera internacional. Hay pruebas, por ejemplo, de que Rusia, ha actuado con el independentismo catalán. Los agentes básicos para el planteamiento y eventual resolución de estos desafíos estratégicos son los gobiernos. Las opiniones públicas respectivas solo actúan en el grado en que influyen en las administraciones estatales; en las democracias, naturalmente, más que en los regímenes autocráticos. Contra el imaginario popular, Naciones Unidas es un foro del que cabe esperar –como máximo– un cierto apoyo moral pero no una acción ejecutiva que resuelva nuestros problemas de Seguridad. Los problemas estratégicos colectivos que afectan a España a día de hoy pueden reducirse a dos: Ucrania y lo que pasa en Oriente Medio. La manera con que nuestro gobierno se enfrenta a ellos demuestra una inconsistencia que trataré de demostrar aunque sea vertiginosa e indiciariamente.
En la resolución del problema causado por la invasión rusa de Ucrania participamos los españoles bajo liderazgo norteamericano actuando como semibeligerantes: cedemos armamento y municiones y entrenamos a efectivos ucranianos en nuestro suelo. Somos pues conscientes de en qué bando estamos, cuánto nos jugamos y qué débiles son actualmente los estancados –aunque imprescindibles en un futuro próximo– organismos paneuropeos de Defensa. Y todo esto pese a que la administración Biden ha cometido el grave error de apoyar al presidente Zelenski incondicionalmente al menos, de manera pública, y del peligro potencial que representa el que un vindicativo y nostálgico Trump pueda hacerse de nuevo con la presidencia norteamericana.
El conflicto de Oriente Medio cada día es más entre Irán y los EEUU, con el verbo suelto de Netanyahu interpuesto y arrastrándonos a todos más allá de nuestros intereses hacia un futuro incierto. Los gobiernos árabes y europeos son tibiamente pro israelíes pese a que las respectivas opiniones públicas son víctimas inconscientes de la desastrosa política de información pública del agredido Israel. Aunque el gobierno Netanyahu ha traspasado los límites del Derecho Internacional Humanitario, sus adversarios evidentemente tampoco lo respetan llegando incluso a provocar voluntariamente el «martirio» de su propia gente en la persecución del objetivo final de aniquilar Israel. Pese a todo esto, la tragedia de este conflicto, nos afecta a los españoles en menor grado que la otra. No hay inocentes netos en este drama. Pero el liderazgo de los EEUU –común con el de Ucrania– debería obligar a nuestro gobierno a ser cauto. Motivos de política interior del gobierno Sánchez –posiblemente contentar a sus socios y tratar de ser popular ante nuestra opinión pública– le llevan a adoptar una política pro palestina que está peligrosamente cerca de convertirse en pro Hamás/Hezbolla. La no participación en las operaciones en el Mar Rojo ante los ataques de los hutíes al tráfico mercante–que afecta directamente a nuestros intereses económicos– es claramente significativa. La emotividad que intenta demostrar ante la tragedia palestina no parece corresponderse con análoga sensibilidad ante las víctimas civiles ucranianas e invalida dialécticamente el argumento meramente humanitario que siempre deberían utilizar los gobiernos en situaciones de guerra con extrema cautela.
Vemos pues que los españoles estamos afectados estratégicamente por lo que está sucediendo –y puede pasar en un futuro inmediato– en Ucrania y Oriente Medio. Que estos enfrentamientos superan evidentemente nuestra capacidad de actuación exterior, militar y diplomática, por lo que debemos intentar afrontarlos colectivamente. También, que el líder en nuestro bando –en ambo escenarios– son los EEUU y que, si bien las consecuencias de que Ucrania evolucione mal son más inmediatas para nosotros, las posibles derivadas del enfrentamiento en Oriente Medio son también graves y progresivamente vinculadas a las primeras. Todo ello nos lleva a concluir que la política actual del gobierno español en el conflicto que se inició en Gaza y acabará Dios sabe dónde, provoca una inconsistencia en nuestra acción exterior que tiene una dolorosa consecuencia: la mínima influencia internacional que podemos ejercer. Ante los problemas colectivos hay que saber siempre en qué bando estás, sobre todo si aspiras a que los líderes occidentales muestren comprensión caso de surgir algún día un problema –en el norte de África o donde sea– que nos afecte sustancialmente a los españoles. Para el que no sabe a dónde va, todos los vientos son desfavorables. El que hincha sus velas de populismo no suele gobernar bien la nave. Especialmente cuando arrecia el temporal.
Ángel Tafalla Balduz es Académico correspondiente de la Real de Ciencias Morales y Políticas y Almirante (r).