Estamos en Valencia. Es el 14 de octubre de 2007. El arzobispo de la diócesis, Agustín García-Gasco, pronuncia una homilía en recuerdo de las víctimas de la Gran Riada: la de 1957, catástrofe de la que por entonces se cumple el medio siglo. Pronto, la homilía (como el río) se sale de madre. Con severidad y amonestando a su grey, monseñor García-Gasco denuncia la “gran riada de laicismo radical y beligerante que pretende inundarlo todo”, una riada mayor y “mucho peor que aquella que destruyó Valencia, hace hoy 50 años”.
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