“Las segundas oportunidades pueden merecer la pena”

“Las segundas oportunidades pueden merecer la pena”

Hay quien pasa de puntillas por la
vida. No busquen en ese grupo de
WhatsApp a Olivia Molina. Menos
aún como administradora. Lo suyo
es dejarse la piel sea sobre las
tablas del Teatro Bellas Artes o en un rodaje en
el Maresme. Basta con verla en el primer plano
con el que irrumpe en Regreso a Las Sabinas,
la primera serie original diaria producida por
una plataforma de streaming en Europa. Un
despliegue inédito de Disney+ España para una
historia de reencuentros donde Olivia comparte
planos lo mismo con Celia Freijeiro que con
Andrés Velencoso, Nancho Novo… y con otra
Molina. Su madre. Ángela.

Disney+ se atreve con una producción
premium de 70 capítulos cerrados.
¿Tranquiliza saber que la continuidad del
proyecto no depende de las audiencias
del día anterior?

Ofrece más garantías de
estabilidad y ganas en seguridad a la hora de
adentrarte en la historia y hacer tuyo el guion.
Lo que sí ha influido es la apuesta por hacer una
producción de calidad. Hemos tenido más tiempo
de lo que suele ser habitual en una serie de estas
características para ensayar más, hacer un trabajo
más elaborado con el personaje. De la misma
manera, la postproducción cuenta con un montaje
más cuidado y eso lo va a percibir quien se ponga
frente a la pantalla desde el minuto uno.

No se ha utilizado un solo plató.
Tanto los exteriores como interiores
son reales. ¿Ayuda esa experiencia
inmersiva como actriz?

Es una apuesta
potente, porque los lugares estaban muy
bien elegidos. Suman en la historia porque
permiten adentrarte en la identidad de la familia
protagonista. Las casas son unas masías con
unas paredes vividas, que tienen historia, que
aportan, que crean una sensación de realidad
y dan peso. Las localizaciones exteriores son
maravillosas, aunque eso también tiene su
complejidad en un rodaje tan intenso, porque
de repente te sorprende la lluvia o tienes
que afrontar altas temperaturas. Todos estos
elementos son clave para ayudar a configurar
un relato que pone sobre la mesa las antiguas
heridas de una familia que decide tomar las
riendas de su destino. ¿Seguimos divididos o
empezamos a sanarnos? Hacer frente a esta
pregunta requiere mucha valentía y abrir un
proceso que no siempre es lineal ni siempre
va hacia un final feliz. Paloma, mi personaje,
necesitó tomar distancia de esa familia, de ese
espacio del que se supo expulsada, rechazada.
Sin embargo, esa mujer que se hace a sí misma
independiente y cerrada, a la que la cuestan
las relaciones personales y vuelca todo en el
trabajo, siente que necesita volver a la raíz.

¿Qué te has llevado de Paloma después
del rodaje? Me resonaba y me resuena mi
propia búsqueda personal, esa necesidad que
tenemos todos de sanarnos. Cuando ella decide
volver a la familia en realidad es una llamada a
volver al núcleo, a ti mismo, para transformar y
madurar roles que arrastras. Para mí sanarte es
un aprendizaje para ser flexible, para dejar de ser
una niña o una adolescente, pero sin perder la
esencia de lo que eres, de dónde vienes. Paloma
hace ese viaje a sus orígenes y a mí me resuena
en mi propio viaje personal que ha requerido de
trabajo personal y generar relaciones cada vez
más sanas y maduras.

Sin hacer ‘spoiler’, Paloma coge el
toro por los cuernos, no solo de su
vida, sino del emporio familiar. Eso
implica siempre un sobreesfuerzo.
¿Eres de la que te echas todo a la
espalda y sacas todo adelante como
sea? Ella decide agarrar lo que viene: el
negocio familiar, las tierras… para reformarlo,
sin perder su identidad, para hacerlo más
sostenible, más ecológico. Merece la pena
agarrar lo que recibes como legado personal
para pasarlo por ti, con tu temperamento, con
tus ideas, con tu visión para ponerlo de nuevo
a rodar en el mundo. Es agradecer lo que te
viene dado para darle un nuevo sentido, para
ser motor.

¿Te sabes motor de tu familia?

Soy
la mayor de muchos hermanos. Hay muchos
motores en mi familia y cada uno sabemos cómo
dinamizar de una manera distinta. Es la riqueza
de las familias grandes.

Si hubieras sido la responsable
del ‘casting’ de la serie, ¿habrías
encontrado una madre mejor para
Paloma que Ángela Molina?

¡Es la madre
perfecta! ¡Siempre es la madre perfecta!

¿Os lleváis el trabajo a casa o, en cuanto
se apagan los focos, cambiáis de tercio?

La verdad es que, en cuanto salgo del rodaje, no
tengo mucho margen de maniobra. Los niños
me bajan totalmente a la tierra y me obligan a
desconectar. La vida me obliga a desconectar. Pero
es cierto que, cuando trabajo con mi madre, claro
que charlamos sobre el guion y los personajes,
para comprenderlos más, para ahondar en sus
relaciones. A eso se une que a las dos nos interesa
el ser humano en todas sus facetas y cada personaje
te permite crear un ser humano junto a ti.

‘Regreso a Las Sabinas’ corrobora
la tendencia a borrar del mapa a las
madrastras y a los mártires buenistas
de las series diarias. Los personajes
son seres humanos con todas sus
contradicciones…

Es una gran riqueza de la
historia. Es cierto que los estereotipos se están
dejando a un lado, incluso cuando se abordan
cuestiones como el reencuentro del amor o los
problemas familiares. Esta serie pone el deseo
femenino en el centro y presenta a mujeres que de
pronto toman decisiones que serían impensables
hacen unas décadas. Y los hombres, de repente,
muestran una vulnerabilidad antes inimaginable.

Hablas de reencuentros, ¿a favor o en
contra de las segundas oportunidades?
Y no me refiero a los ex…

Depende de con
quién, cómo y por qué. Igual que una primera
impresión no siempre es correcta y te puedes
llevar una buena sorpresa o al revés también.
Yo creo que las segundas oportunidades pueden
merecer la pena, si viene de la mano de un
perdón y una reconciliación sincera, que pase
por integrar y no por el borrón y cuenta nueva.

A Paloma le merece la pena…

Es verdad
que ella está dispuesta a dar una segunda
oportunidad a su entorno, pero me parece
todavía más interesante que se la dé a ella
misma, que se pregunte quién soy yo ahora y quién puedo ser en esta familia, que de alguna
manera, es distinta, es nueva.

¿Qué quiere ser de mayor Olivia
Molina?

Quiero ganar en serenidad, en
aprender a relativizar las cosas, en darles la justa
importancia, en saber colocar las cosas.

Seguro que luego llegan tus dos hijos
y lo descolocan todo…

Los niños son
unos grandes maestros. La maternidad me ha
puesto en mi sitio y me ha hecho descubrir el
amor incondicional. Percibir el milagro de la
incondicionalidad es abrumador. Por no hablar
de cómo te cuestionas sobre los valores que
quieres contagiarles, de la educación emocional,
de educarles en la igualdad, en el respeto al otro,
en el sentido común…

Conciliación e interpretación. ¿Misión
imposible?

Tiene su propia dinámica. Cuando
de repente tienes horarios nocturnos o te tienes
que ir unos meses a Barcelona o Filipinas, te
obliga a montar una infraestructura increíble.
Pero las etapas en las que no hay trabajo, puedes
compensarlo con una presencia más intensiva.
Es parte de la magia de este oficio. Es cierto que
exige mucha tolerancia por parte de todos.

Acabas de estrenar ‘Malditos
tacones’ en el Teatro Bellas Artes.
Nos quedamos en la literalidad del
título. ¿Cuántas veces a la semana se
te escapa esta queja?

Hoy, por ejemplo,
un par de veces. Disfruto de llevar tacones.
Me parece divertido y, dependiendo del ‘look’,
puede sumar. Es verdad que hoy en día hay
muchas otras posibilidades, pero me gusta
subirme a ellos. Aunque confieso que no los
aguanto mucho tiempo.

Yendo al fondo de la obra, llevar los
tacones de la vida en soledad puede
ser insoportable. Sobre el escenario,
el libreto implica un desgaste tanto
para ti como para su compañera, Luisa
Martín…

Es una función bastante extrema,
los personajes están muy al límite. Entran en
una conversación, en un duelo verbal, e incluso
físico en una especie de ring de boxeo. Son dos
mujeres que se descubren para poder avanzar en
la vida, que se habían quedado ancladas por no
ser capaces de decirse la verdad a la cara. Es una
obra muy catártica, muy fuerte emocionalmente.

No te has buscado un rival fácil en esa
lucha. Seguro que Luisa y tú os retáis
permanentemente para lograr la
excelencia ante la platea.

Suma también
a Magüi Mira como directora. Por un lado, está
el trabajo intenso que hemos hecho cada una para defender el mundo propio de dos mujeres
completamente opuestas en lo personal, en
lo generacional y en lo ideológico. Por otro,
necesitábamos ese engranaje común que yo creo
que se percibe en el escenario.

En esta sesión, te has reversionado
como Dior femme hasta en seis
ocasiones. ¿Cómo se te queda el
cuerpo? En cada uno de los patrones se nota
que hay tantas personas que han pensado estas
prendas, que las han trabajado con sus manos,
que les han dado vida en cada detalle. Sientes
que realmente estás llevando algo que tiene un
sentido, que tiene una identidad, que respira
elegancia. Cada uno de los looks me ha generado
diferentes estados de ánimo, todos inspiradores.
Es interesante cómo cada una de las personas
puede impregnar tu manera de estar.

Llevar con clase lo mismo un estilo
‘sporty’ que un vestido de ‘photocall’,
¿viene de serie con el gen Molina?

Cuando eres actriz estás acostumbrada a
defender cualquier tipo de vestuario para darle
un sentido. Parte de mi trabajo es que la ropa que
lleves también cuente la historia de tu personaje,
es otro elemento más para comunicar. Por eso
me divierte especialmente la moda.

¿Eres de las que coge lo primero que
ve en el armario por las mañanas o
necesita programar hasta la salida
para comprar el pan?

Soy una madre
ocupada y eso me obliga a ser bastante estándar.
Busco aquello con lo que estoy cómoda.
Funciono con muchos básicos y soy bastante
urbana. Eso sí, me dejo acompañar y asesorar
cuando tengo que dar el salgo y elegir lo
apropiado para un determinado evento.

¿Disfrutas con los ‘lookazos’ o se te
hacen cuesta arriba?

A veces más, a veces
menos. Incluso en la alfombra roja busco estar
cómoda, pero también soy consciente de que
en algunas ocasiones hay que tolerar cierta
incomodidad siempre y cuando compense. Si
me siento bien, me estiliza y veo que suma,
adelante. Está bien arriesgar. Eso sí, cuando eres
la protagonista de tu estreno, pero cuando no es
así, sé también cuál es mi sitio. Mi máxima es no
ir nunca de más.

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