Hay cosas que dan tanto miedo que no se mencionan. El lunes, cuando le piden que analice los resultados de las elecciones europeas, Rocío Monasterio, la líder de Vox, se refiere a Se acabó la fiesta (SALF), su nuevo rival electoral, como “el partido del que me habla usted”. El miércoles, cuando le piden su opinión sobre el veredicto de las urnas, Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, apenas habla, en general, de grupos de “extrema derecha” en Europa. Y este jueves, en la Asamblea regional, Juan Lobato, del PSOE, acusa a la baronesa conservadora de impulsar la aparición del ultra Alvise Pérez, cuya agrupación de eurodiputados tendrá tres escaños en el Europarlamento, aunque, de nuevo, no lo menta por su nombre. Es una situación paradójica: nadie menciona a SALF explícitamente, para así no alimentar el proyecto de este agitador especializado en las redes sociales, pero al mismo tiempo todos acusan a su rival político tradicional de haberlo alimentado.
