Los descendientes de la fideuá

Los descendientes de la fideuá

La vida del viejo monarca —lo de Emérito ya se ha convertido en adjetivo dudoso o casi en mote— irrumpió hace tanto tiempo por la puerta grande en las estancias del mundo del corazón que al anunciarse estos días la publicación de unas memorias tituladas enigmáticamente Reconciliación se puede pensar que se trata del argumento homérico del hombre anciano que, agotadas ya sus energías, vuelve al hogar para rendirse al abrazo de la esposa en la que busca el consuelo de la vejez, para disculparse con las amantes o dejarse proteger por el hijo al que perjudicó. El universo íntimo ha fagocitado al público. Aquello de la reconciliación nacional suena vetusto, ignorado por las nuevas generaciones, muy del siglo pasado. Suelen afirmar tertulianos enseñoreados de objetividad que los líos amorosos del monarca no nos competen, a menos, claro está, que hubieran sido financiados de una u otra manera por los servicios de seguridad del Estado.

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