No es ningún secreto que, al menos en la Península Ibérica, contamos con muchas cosas cotidianas que han sido heredadas desde el paso y el mestizaje de la República y el Imperio Romano por España, antaño llamada Hispania.
Desde influencias más claras como la disposición de calles y casas, pasando por el Derecho romano y llegando hasta asuntos tan aparentemente inconexos con Roma como es la cosmética o el papel de las mujeres son algunos vestigios del legado romano, recogido en obras como “Somos Romanos” del autor Paco Álvarez.
Otra de las cosas en las cuales las sociedades contemporáneas que ha ido adaptándose, nunca mejor dicho, al paso del tiempo, son los calendarios. Los romanos primitivos, explica Álvarez en su obra, contaban únicamente diez meses, numerados del uno al diez inicialmente, y posteriormente se les asignaba a distintos dioses del Panteón romano.
Por ejemplo, marzo, que era el primer mes del año en aquel entonces, se denominaba martius, por el dios Marte, o junio se llamaba iunios por la diosa Juno y cada uno contaba con 30 días.
Sin embargo, con el paso de las estaciones, empezó a aflorar uno de los principales problemas que atañen a los calendarios: los desfases de tiempo. Concretamente, que con los diez meses del calendario romano, resultaba que el año duraba menos de un año. Es por ello que se añadieron dos meses más, los que serían enero y febrero, añadidos al final de los calendarios, aunque posteriormente se establecerían como los primeros meses del año.
Sin embargo, los errores seguían existiendo. por tanto, el pontífice máximo romano, que era un sacerdote vitalicio y supremo del colegio sacerdotal romano, decretó que cada dos años, explica Álvarez, se intercalara un mes en medio de febrero denominado mercedonius, con 22 o 23, para corregir el calendario.
No fue hasta el año 46 a.C. que Júlio César ordenó que se corrigiera el calendario, decretando que los meses pares tuvieran 30 días y los impares 31, a excepción de febrero que tendría 29, haciendo así que el año durase 365,25 días, en lo que se conocía como el calendario juliano.
La corrección del calendario gregoriano
Este estuvo vigente hasta el año 1582, cuando se instauró el calendario gregoriano de la mano del Papa Gregorio XIII, con indicaciones de científicos de la Universidad de Salamanca. Destacó el papel de Pedro Chacón, ya que se basó en las Tablas alfonsíes del Rey Alfonso X el Sabio, que aseguraban que el año duraba 365 días, cinco horas, 49 minutos y 16 segundos.
Con ello, la corrección e implementación del calendario gregoriano consistió en la resta de diez días en ese mismo año, para establecer la duración del año de 365,25 días a 365,242189 días. Esos días se restaron, precisamente, en el mes de octubre.
Por ello, durante el mes de octubre de 1582 se pasó, directamente, del 4 al 15 de octubre para reajustar, aunque de manera abrupta, el desajuste del calendario juliano. El gregoriano fue implementado en España, Italia y Portugal en primer lugar, y después en otras naciones como Suecia o Grecia, y continúa vigente hasta nuestros días.