La doctora Carme García Gomila habla de la salud mental con la pasión que solo pueden exportar aquellas que llevan toda la vida profundizando en el conocimiento de las terapias, tratamientos y nuevas técnicas para ayudar a quienes padecen este mal. Ahora presenta «La guía de las psicoterapias» (Arpa), un apasionante manual para todos aquellos interesados en bucear entre las diferentes disciplinas psicológicas y cómo cada una de ellas debe ser utilizada para canalizar cada una de las patologías mentales. Además, aprovecha la ocasión para advertir de los riesgos que entrañan ciertas pseudoterapias y «coaches» tras las que se esconden personas sin la formación adecuada: «Hay que tener cuidado con el auge de estas terapias pues ofrecen soluciones rápidas, pero generan un abandono emocional en los pacientes», asevera.
Habla de psicoanálisis, terapias cognitivo-conductuales, sistémicas, humanistas, de tercera generación… ¿Cómo saber cuál es la adecuada para cada problema de salud mental?
El primer paso debería es consultar con un profesional, quien determinará si está indicada una psicoterapia y qué tipo de apoyo sería más adecuado. También depende de la gravedad del caso; muchas veces, quienes más necesitan ayuda ni siquiera piensan en pedirla. Lo ideal sería acudir al médico de cabecera y recibir orientación sobre el tipo de ayuda disponible.
Pero en la sanidad pública no se aplican todas ellas y no todo el mundo tiene el poder adquisitivo necesario para pagarse un especialista de este tipo…
La salud pública tiende a terapias breves, grupales o familiares y se enfoca más en los casos graves o de atención social. La mayoría de la población, los que llamo «neuróticos de a pie», necesitaríamos psicoterapia para gestionar las dificultades de la vida. La salud mental todavía no cuenta con el mismo nivel de inversión que la salud física.
Habla de la falta de contención social como uno de los factores que multiplican los problemas de salud mental. ¿A qué se refiere?
Necesitamos anclajes sólidos como la familia, el trabajo, la comunidad. Pero vivimos en una sociedad líquida que ha perdido estabilidad, y la tecnología cambia cómo nos relacionamos y cómo nos sentimos. La falta de continuidad, de pertenencia a una empresa, o el vínculo a un barrio, genera inestabilidad, y los más vulnerables se ven afectados por ello.
¿Por que las terapias actuales, a diferencia del psicoanálisis, buscan más en el ahora y el contexto que en nuestra historia vital?
El psicoanálisis aún tiene valor y se adapta; incluso en el psicoanálisis breve o focal, se conecta la historia de la persona con el presente. Otras terapias, como las cognitivo-conductuales o sistémicas, también manejan estos conceptos. Ha habido una integración y diálogo entre enfoques, lo cual es positivo, y los terapeutas de hoy suelen adaptarse según el paciente.
¿Qué riesgos conlleva el abordar los problemas de salud mental como algo inmediato?
La salud mental lleva tiempo, pero vivimos en una sociedad que promueve el «lo quieres, lo tienes», y esto es irreal. Hay promesas de soluciones rápidas en redes sociales, pero cambiar hábitos profundos lleva constancia. Las Neurociencias demuestran que el cerebro es plástico y puede cambiar, pero esto exige repetición y un trabajo constante que solo una guía profesional puede ofrecer.
¿Este afán de soluciones rápidas podría explicar el abuso de psicofármacos?
Los servicios de salud mental, sobre todo desde la pandemia de covid, están saturados. Si no se puede ofrecer terapia a un paciente, al menos los psicofármacos pueden actuar como freno, siempre que estén bien prescritos y acompañados de un seguimiento adecuado. Los psicofármacos han sido de gran ayuda. Gracias a ellos, muchas personas con trastornos graves pueden vivir de manera más independiente, como en pisos asistidos, y mantener una calidad de vida que antes era imposible. Una pequeña dosis puede reducir la ansiedad y ayudar a evitar decisiones impulsivas, pero, claro, el medicamento no genera un cambio profundo.
¿Qué opinión le merecen el auge de las pseudo-terapias y el papel de los «coaches» que intentan suplir la falta de apoyo psicológico profesional?
Si los «coaches» se limitan a ayudar a alguien a prepararse para un objetivo específico, no tengo inconveniente. Pero cuando alguien, sin la formación adecuada, se presenta como terapeuta, es peligroso. Hay pseudo-terapias que pueden causar daños emocionales. Algunos pacientes llegan a nosotros desequilibrados tras pasar por terapias poco profesionales. Y sobre la autoayuda, realmente no existe en solitario; incluso un libro de autoayuda implica una guía externa. Eso sí, es preocupante cuando quienes guían carecen de formación adecuada. Las pseudoterapias ofrecen soluciones rápidas, pero generan un abandono emocional en los pacientes.
¿Existe algo de patológico en llevar con el mismo terapeuta más de dos décadas?
Las terapias suelen tener un fin, pero en algunos casos pueden extenderse si el paciente lo necesita, como ocurre con algunas enfermedades crónicas. La duración de la terapia depende de la capacidad del paciente para el cambio y la introspección.La realidad es que hay ciertos diagnósticos, como el trastorno límite de personalidad, que pueden requerir apoyo y medicación durante toda la vida. Las terapias no siempre tienen un final; algunos casos requieren apoyo constante”
Habla de «malestares» y «molestares», ¿hay más de lo segundo que de lo primero?
Los que causan «molestares», no suelen pedir ayuda, aunque generan sufrimiento en su entorno. Los que llegan a consulta suelen ser los que están más sanos en cierto sentido, son los que cargan con la contención emocional de los demás.