No siempre se pudo leer de noche: así ha cambiado la Feria del Libro de Madrid

No siempre se pudo leer de noche: así ha cambiado la Feria del Libro de Madrid

El viernes se inaugura la 83ª Feria del Libro de Madrid, que tendrá lugar hasta el 16 de junio. Los viejos rituales se pondrán en marcha. Los puestos de comida del Retiro se aprovisionarán con grandes garrafas de agua. La reina Letizia hará su tradicional visita inaugural, junto a políticos y autoridades. El resto de días le seguirán otras personalidades. Los booktubers desenfundarán sus cámaras. Los más fieles buscarán la codiciada firma. Y las persianas de más de 350 casetas se enrollarán cada mañana, dando paso a los verdaderos protagonistas: los libros.

Aunque la Feria del Libro capitalina sea siempre la misma cosa, es siempre diferente. Emergen autores noveles, las librerías cambian de espacio y algunos sellos editoriales desaparecen para dar paso a otros nuevos. Cada año se configura un mapa distinto que, incluso, se adapta para respetar la floración de los magnolios del Retiro. Hay cambios sutiles y más colosales. Hasta el año 84, los coches todavía podían atravesar el corazón del parque. «Qué atropello», pensaríamos 40 años después.

No es de extrañar: «En esta edición, los expositores no podrán entrar al Retiro con sus vehículos particulares para introducir libros y demás material», explica Eva Orúe, directora de la Feria del Libro de Madrid. En su lugar, contarán con la posibilidad de centralizar el reparto, como el año pasado. Las entregas se harán dos veces al día en vehículos 100% eléctricos. Además, las carretillas de las empresas transportistas, «que son las que nos permiten prescindir de los coches», son eléctricas también y estarán en pleno funcionamiento todo el día. Un año más, el “hilo narrativo” se recorre con el objetivo de impactar lo menos posible en el entorno natural, porque ahora la conciencia es distinta.

El Retiro no es solo un templo sagrado para los lectores; también lo es para la UNESCO, que concedió el título de Patrimonio Mundial de la Humanidad a este parque en 2021. «Dado el lugar en que se celebra la Feria y lo que allí hacemos, aumentar el número de visitantes no es un objetivo en sí», prosigue Orúe. «Trabajamos en un espacio que tiene sus propias reglas y sus limitaciones. Por ejemplo, en buena parte del recorrido no hay suministro eléctrico», resalta. De ahí la necesidad de utilizar dos generadores para alimentar con electricidad a los cinco pabellones de la Feria.

Dos generadores que este año, por primera vez, estarán alimentados con 4.000 litros de combustible renovable fabricado por Repsol a partir de residuos orgánicos, como aceite de cocina usado y restos de la industria agroalimentaria. Una medida que reducirá el 90% de las emisiones netas con respecto al combustible de origen mineral que sustituye y evitará la emisión de 12 toneladas de CO₂. De nuevo la Feria, como la trama de un libro, continúa evolucionando.

El objetivo es escribir todavía más páginas. «Para la edición de 2025, espero que hayamos completado la obra –ya aprobada– que nos permitirá dotarnos de suministro eléctrico», adelanta Orúe. Esta operación, sufragada por la propia organización, podría ser la antesala a un nuevo salto en el tiempo. «¿Por qué no? Con el avance de la tecnología fotovoltaica, tal vez podamos pensar en una Feria que se alimente con ella», se atreve a predecir su directora.

Este no es el único capítulo nuevo que inicia en 2024. Si los primeros años la cita literaria terminaba cuando se extinguían las luces del alumbrado público, esta edición tendrá una noche iluminada. El 7 de junio cerrará más tarde de lo habitual (a las 23:30) porque habrá música y teatro sobre tres pequeños escenarios alimentados con la energía solar acumulada durante el día. Pero no solo ha cambiado la luz que ilumina a los libros, también sus contenidos.

El librero que conoce la Feria del Libro desde hace 40 años

El veterano librero Juan José Asenjo, de la librería Felipa, que participa en la Feria desde 1988, es memoria viva de esta evolución. Él forma parte de la tercera generación familiar en dedicarse al libro: con 11 años, su tía abuela empezó a trabajar de dependienta en Doña Pepita, una de las primeras librerías españolas fundadas por una mujer. «Recuerdo con cariño los primeros años de Feria. Nos quitaban de las manos libros que ahora resultan imposibles de vender, diccionarios y manuales de cocina», ríe.

Ahora, el encuentro está plagado de ficción y firman autores dados a conocer en redes sociales. Las portadas de los tomos y los rostros del público se han transformado, sí, pero «siempre hemos sido conscientes del entorno donde estamos, del ecosistema del parque». No solo los participantes, añade, también los asistentes. El librero tiene claro el motivo: «En la Feria, el contacto entre libro y naturaleza es directo. Es una simbiosis entre el papel y su origen».

Al hilo de lo que dice, Asenjo destaca que, desde hace muchos años, la organización proporciona bolsas de papel reciclado a los expositores. Resaltan otros detalles. Todo el paseo está sembrado de contenedores de distintos colores y los vinilos decorativos que visten las casetas de toda la feria se imprimen con tinta ecológica.

«El gasto eléctrico se ha reducido», añade el librero. Él mismo reconoce que antes traía una nevera con algunos víveres, pero ahora tiene claro que eso ya no tiene cabida. Con dos datáfonos y un ordenador bien cargado, basta y sobra para atender a la clientela. El máximo establecido por cada caseta –este año La Felipa estará en la número 174– es de dos focos LED. «Los expositores debemos ser lo más sostenibles posibles y reducir el consumo energético», reivindica.

No se puede reducir sin medir. Por eso, la Feria del Libro de Madrid –cada día más atenta al parque que la acoge, la ciudad que es su sede y a los lectores que la visitan– empezó a calcular la huella de carbono en 2017. «Un paso necesario, pero sin duda insuficiente», reconoce Orúe. «Por eso, estamos buscando más fórmulas para avanzar en la senda de la descarbonización y más aliados como Repsol (que también se encarga de los escenarios solares) porque nos permiten recorrer ese camino con más certezas. Es imprescindible contar con la colaboración de los expositores, de los visitantes y de aquellas empresas que tengan soluciones que aportar».

Gracias a este tipo de asociaciones, la Feria se certifica –edición por edición– como un evento cultural neutro en carbono desde 2018. En 2023, por ejemplo, se compensaron las 40 toneladas de CO₂ equivalentes que emitió el encuentro con plantaciones de árboles autóctonos en los espacios habilitados a través del programa Madrid Compensa del Ayuntamiento de Madrid. Esta cifra incluye emisiones directas e indirectas, como el alojamiento de los participantes que tienen que acudir a la capital desde otras provincias.

Y es que, durante estas dos semanas, todo el mundillo de las letras se concentra en el Paseo de Coches del Retiro. La arteria principal del pulmón verde de Madrid se convierte también en el corazón que bombea la cultura literaria en España. «El reto principal sigue siendo mejorar nuestro desempeño en el parque, mejorar la manera que tenemos de montar la Feria y disminuir nuestro impacto», garantiza su directora. «No descubro nada si digo que la Feria del Libro de Madrid, que en 2027 cumplirá 60 años en El Retiro; no quiere salir de ahí. La permanencia depende de lo bien que lo hagamos. En eso estamos».

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