En el vibrante y cosmopolita barrio
lisboeta de Príncipe Real, una de las zonas de moda de la capital portuguesa, descubrimos
un cinco estrellas que es, podría escribirse así, la plasmación de un sueño
hecho realidad por sus propietarios.
Gail y Miles Curley, allá por
2014, conocieron y se enamoraron de este edificio (próximo al Instituto
Británico) nada más verlo, a pesar del mal estado conservación en que se
encontraba.
Sabían de las dificultades y la
inversión que suponía conseguir abrir, en este palacio de tonalidades rosadas,
su ilusionante proyecto.
Por suerte, y para disfrute de sus futuros clientes, todo
llegó a buen puerto, siendo ahora uno de esos hoteles boutique de lujo, muy
reconocido en la ciudad, donde se mima al máximo al huésped.
Su nombre:
“Palácio Príncipe Real” (www.palacioprincipereal.com)
Pasear y pernoctar entre estos
centenarios muros (que aún mantienen sus lienzos de azulejos, la gran escalera
principal o preciosos techos de madera) es ciertamente un privilegio. Más aún
cuando constatamos que conjuga a la perfección los aires palaciegos de antaño (respetando
la historia del edificio) con todo tipo de modernidades y prestaciones de un
hotel de estas características. Un continente clásico con un contenido
contemporáneo.
En definitiva, un pequeño tesoro arquitectónico, construido en 1877, cuya fachada y puertas de entrada no parecen, por su sobriedad, anunciar su
fantástico y hermoso interior.
Parte de la filosofía de vida de
este matrimonio y de sus gustos (decoración, carta del restaurante,
hospitalidad, cuidado por los detalles, etc.) conforman el alma de este bonito
edificio que cuenta con un muy cuidado jardín interior (donde bañarnos también en
su coqueta piscina) que bien puede calificarse como un oasis de paz y
tranquilidad en medio de Lisboa.
Posee el tamaño perfecto para
brindar un trato cercano. Veinticinco amplias habitaciones repartidas en tres
plantas. Todas con una personalidad diferente y con un diseño sugerente y característico
que tiene la autoría de Gail Curley.
Apreciaremos, nada más entrar en
ellas, que todo está preparado para conseguir una noche inolvidable
(camas de tamaño king size, amenities Bal d’Afrique de Byredo, detalles de
bienvenida -chocolate, fruta, vino de Oporto, …-, muebles a medida, bañeras
Drummonds o neveras Smeg, por citar algunos pormenores). Detalles, dignos de ser considerados, que van
desde los cuadros que adornan las habitaciones a la grifería del baño, desde
las lámparas que nos iluminan a los preciosos apliques de la luz.
Muchas son las cosas que me van a
quedar en el tintero y que, de manera consciente, prefiero no detallar. Apenas
mencionaré algunas para que el huésped pueda descubrirlas durante su estancia, quedando así intacta la capacidad de admiración y asombro.
Entre otras cosas (simplemente doy algunas pinceladas de lo que se van a encontrar) descubrieran la silueta de un pato en numerosos espacios del palacio -que es también el logo del
hotel y que esconde una bonita historia por la que se deben interesar-, disfrutarán de un desayuno a la carta en un inmejorable marco al aire libre, le darán la bienvenida con una magnífico “espumante”
portugués, tendrán la posibilidad de cenar en su restaurante EVOO (siglas de Extra Virgen Olive
Oil) unos platos donde el escenario y las elaboraciones les encantarán, podrán
comprar en una tienda del conocido diseñador español Pedro García o tendrán la opción de disfrutar (hagan caso al
consejo) de un relajante masaje.
Quiero hacer una especial mención a su jardín interior donde se entremezcla parte de calzada tradicional portuguesa y el envolvente verdor de árboles, arbustos, flores y un cuidadísimo césped. En este idílico escenario descubrimos una piscina, tipo infinity, de aires asiáticos
Éstos son sólo algunos trazos de lo que ofrece “Palácio Príncipe Real”, al que bien puede calificarse como un
gratísimo descubrimiento.
Conocerán, por otro lado, a Gail
y Miles, una pareja que, además del constatable amor que sienten por este edificio,
destila amabilidad y hospitalidad. Seguramente podrán disfrutar con ellos de
una amena conversación.
En fin, un conjunto de agradables
sorpresas. Un lugar donde la historia de estas paredes y la belleza de sus
múltiples estancias se fusionen conformando este asombroso presente y augurando un prometedor
futuro.
Ojeando algunos comentarios de distintos huéspedes que han tenido el privilegio de pernoctar en este recomendable hotel, me llamó la atención uno de ellos. Decía a sí: “el servicio es impecable, nos hemos sentido muy cuidados y mimados”.
Puedo asegurarles que esta misma percepción la tuvo quien les escribe.