Pongamos que hablo de México

Pongamos que hablo de México

En países gobernados por populistas, cada vez que las cosas marchan mal sus dirigentes tienden a idear conflictos con terceros que les sirvan de cortina de humo, para tapar sus verdaderas miserias. Y si apelan al orgullo nacionalista, mucho mejor. Pongamos que hablo de la Venezuela de Maduro, de la Argentina de Milei o del propio México de AMLO.

El hecho de que Felipe VI haya sido vetado en la toma de posesión de la presidenta Claudia Sheinbaum no es algo que deba alterarnos. Se librará nuestro monarca de coincidir allí, el próximo 1 de octubre, con personajes como Vladimir Putin o Nicolás Maduro, amigos y aliados de los actuales dirigentes mexicanos.

Este desplante al Rey suena a chiste malo. Primero, porque el propio monarca –aunque quisiera– no podría contestar a Sheinbaum (esa función no le corresponde a él sino al Gobierno de turno). Y sobre todo, ¿qué tontería es ésta? Qué surrealista reclamar a una autoridad española, en 2024, que pida perdón públicamente por unas supuestas atrocidades cometidas por nuestros antepasados en 1492. Imaginad que España se pusiera ahora a pedir explicaciones a los descendientes de aquellos países que nos invadieron, o que lucharon contra nosotros en el pasado… Es de locos. El refranero nos recuerda que, a palabras necias, oídos sordos.

El Gobierno de México se esconde en el rollo macabeo del colonialismo, en vez de ruborizarse y hacer frente a sus verdaderos problemas, como la tremenda inseguridad ciudadana. El año pasado se registraron allí más de 30.000 asesinatos, muchos de ellos a periodistas, a políticos, a mujeres. Ellas se han convertido en las grandes víctimas de las maneras supuestamente izquierdistas de López Obrador. Visto lo visto, su sucesora piensa seguir esa estela al pie de la letra, para desgracia de la población.

Debería Claudia Sheinbaum dar un volantazo y acabar con la altísima tasa de agresiones sexuales. Cada día, las sufren cerca de 100 mexicanas. Eso, y luchar contra la violencia callejera, el crimen organizado, las múltiples desapariciones de estudiantes… ¿Y qué hay, por cierto, de esos indígenas a los que teóricamente defiende con tanto ardor? Resulta que este colectivo de 7 millones de personas están que trinan con López Obrador. La inmensa mayoría –siete de cada diez– viven en la pobreza, con menos de dos euros al día. Ésta, amigos, es la foto actual de un país maravilloso y, sin embargo, gobernado por un puñado de populistas mediocres. Populistas, por cierto, hermanados ideológicamente con Bildu y compañía.

La Moncloa ha hecho lo correcto evitando la representación institucional allá donde se vete al jefe del Estado. Ahora bien, se queda corto Pedro Sánchez. Sobre todo, de puertas adentro, permitiendo que su socio de Gobierno SUMAR acuda a la cita mexicana. No basta con decir que se está molesto.

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