¿Puede una hostia estar indicada?

¿Puede una hostia estar indicada?

Tengo que reconocer que he abofeteado a un par de obtusos en el pasado. A uno lo rocié (con gasolina y le prendí fuego… Noooo. Pero lo merecía) desde la coronilla con un whiskola con 5 hielos que recorrieron sus gafas, su mentón y su camisa, hasta los pies, ante el asombro de los presentes, en un restaurante pijo de Barcelona. Imagino que para él fue tan refrescante como para mí.

La cuestión es que soy muy civilizada, comprensiva y desdramatizadora. Confió en las buenas maneras, el protocolo y la ganancia antropológica. En general, cualquier forma de agresividad me resulta desatinada e indeseable, eso sí, antes que la paz, está la dignidad humana, un bien aún más importante que preservar.

Supongo que hubiera sido más propio y mejor, que el padre agraviado pusiera una demanda en los juzgados al humorista abofeteado en su escenario. Un lugar, el juzgado, donde no habría conseguido nada; quizá lo ideal hubiera sido contemporizar, ¿no? lo más estoico, elevado y limpio, en todos los aspectos. “Pasar”, eso hubiera hecho yo a mis 47 años.

Sin embargo, me sorprende la hipersensibilidad que desplegamos en el siglo XXI ante la violencia física y la escasísima atención que prestamos a la violencia psicológica y a la agresividad pasiva, que campa alegremente donde quiere.

El twittero, ya saben, había publicado del bebé de 3 meses del padre iracundo: “Nadie impedirá que se harte de chupar pollas de mayor, pollas de negro…”

Caravaca se dedica sistemáticamente a embestir y ultrajar a través de tweets de dudoso gusto (y menos chispa) pero máxima crueldad, a personas que no le han hecho nada. Cuando Ayuso perdió su bebé, el gracioso ajusticiado publicó que no le extrañaba el aborto, que ningún hombre podría soportar a la presidenta nueve meses seguidos. ¿Dónde está la agudeza? Yo aquí solo veo ramplonería oportunista sin compasión (es muy doloroso física y psicológicamente, perder un niño).

No estoy defendiendo a Alberto Pugilato, dicen que es un neonazi declarado, de los de tatuajes de esvásticas…Eso dicen. Pretendo ofrecer una crónica del contemporáneo, de los distintos tipos de violencia y de que “Todos, tarde o temprano, nos sentamos en un banquete de consecuencias” (Stevenson).

El propósito de una bofetada es humillar. Y puesto que el bromista humilla asiduamente a personajes públicos y a sus hijos, no es descabellado que haya ocurrido (la escena es arte moderno) lo siguiente: el agresor físico, irrumpe en el escenario con sus bíceps, sus tríceps, sus pectorales, su culopollo y su mala hostia y el cómico, gordito pero nada bonachón, literalmente, opistótonos.

El cachas furioso arroja su mano abierta sobre los mofletes del clown, este le pide que hablen:

_Vamos a hablar, dialoguemos _ Con voz trémula.

El forzudo se vuelve hacia el público, pide disculpas… Y le da ¡otra! ¡Con la mano abierta!

Mal hecho, no recurran queridos lectores a la violencia si pueden evitarlo porque hay muy pocas ocasiones en las que una “hostia” está indicada y ninguna es el insulto pero ¿Y la imbecilidad?

La imbecilidad es la peor forma de agresión porque es refractaria a cualquier defensa por medio del razonamiento. En estos casos, la hostia podría cumplir una función correctiva.

La cara que se le quedó al cómico es el verdadero chiste.

Please follow and like us:
Pin Share