Esta es la historia de una doble separación: la de un tiempo que no fue el suyo y un lugar que nunca habitó. Esta, la que narra y dibuja César Sebastián en Ronson, es la historia de una España que fue y se extinguió: un país de abrevaderos y cobertizos, de pregoneros y pieleros, de calles de tierra con burras al trote, de leche en polvo y barreños de hojalata para bañar a los niños entre cuadras y tartanas. Un país de velatorios con rosario en casa, tirachinas para abatir gorriones, gatos tratados a patadas, las caravanas del circo gitano, pesos con almud y barchilla, el olor a mies en la era y el sabor inefable de las tardes perdidas de la infancia.
‘Ronson’: el ‘rosebud’ sin nostalgia de la España rural de los sesenta
