El presidente del Gobierno ha decidido acabar con la independencia del Banco de España. Es cierto que sucede en otras democracias, pero es más habitual que sea, tanto en el fondo como en la forma, un órgano independiente. Escrivá reúne las condiciones formales y es un buen economista con una trayectoria excelente marcada, como le sucede a todo el mundo, con sus aciertos y sus errores. Es funcionario de la entidad, experto en econometría, ha ocupado responsabilidades en organismos internacionales y ha dirigido su servicio de estudios. Por tanto, tiene los méritos que le cualifican para asumir el cargo de gobernador del Banco de España, pero me parece mal que lo haga desde un ministerio. Esto rompe la imparcialidad que es exigible en su nueva responsabilidad. Los hagiógrafos de Sánchez llevan días buscando precedentes para justificar una decisión que es su enésimo cambio de opinión. Es bueno recordar que en su día criticó que Zapatero hubiera nombrado a Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que era secretario de Estado de Hacienda y militante del PSOE, como gobernador. Lo que entonces era un error, ahora sigue siéndolo.
Escrivá no es militante del PSOE, aunque es evidente que se ha sentido cómodo con el sanchismo, que es una curiosa evolución populista y personalista del socialismo español. La cuestión ahora es constatar si actuará como un fiel peón de La Moncloa o elegirá la independencia y la objetividad que es exigible a un gobernador del Banco de España. Me gustaría que eligiera el segundo camino, pero me temo lo peor. La deriva de Sánchez a ocupar las instituciones extinguiendo cualquier atisbo de independencia es muy preocupante y me ha sorprendido desde el primer día. No esperaba que el socialdemócrata de corte liberal que conocí en la oposición eligiera una vía que le sitúa en la tendencia de la izquierda radical iberoamericana. Hay opciones distintas como son el laborismo británico o la socialdemocracia alemana y nórdica. La incapacidad de alcanzar más acuerdos con el PP, que es el partido más importante, es un grave error. Todo ello marcará el legado y la imagen de su presidencia. Es una legislatura, como se vio este miércoles, muy complicada y es difícil que concluya en el término previsto porque no cuenta con una mayoría sólida. Por ello, debería volver a la centralidad.
Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).