Un Rey con más altura que sus políticos

Un Rey con más altura que sus políticos

Felipe VI ha sido un Rey ejemplar en su papel moderador y en la gestión institucional de lo público. Desde su proclamación en junio de 2014 el titular de la Corona se ha visto obligado a ejercer sus poderes en medio de una inestabilidad que no ha dejado de crecer, arrastrando con ella a líderes y a partidos, mientras que la figura del Jefe del Estado se consolidaba como Rey de todos los españoles.

En diez años ha vivido situaciones que no entraban en ningún guion si se atiende a los precedentes. Es el Rey que asistió al funeral del bipartidismo, a una declaración unilateral de independencia o a la gestión de una pandemia en la que, en cuestión de semanas, sobre lo sanitario se impusieron también las peleas políticas. Además, ha asistido a la repetición de elecciones, a la moción de censura que por primera vez tumbó a un presidente del Gobierno, y a la formación de Ejecutivos de coalición sobre los que tampoco había experiencia previa.

Sin patrón sobre el que basarse, Felipe VI ha sido un Rey excepcional para una etapa excepcional, en la que los ataques a la Corona han llovido desde la propia mayoría progresista e independentista que sostiene al Gobierno. Si hay algo que simboliza el estado de salud de la política que ha acompañado al Rey en estos años son las ocho rondas de consultas que ha tenido que realizar para designar un candidato a la investidura como presidente del Gobierno tras cuatro elecciones generales. Un acto rutinario en democracia hasta que en una década de reinado Don Felipe ha protagonizado ocho rondas. El Rey Juan Carlos convocó dos más, pero en casi 39 años como Monarca.

La fragmentación política, la polarización creciente y la incertidumbre han acompañado al reinado de Felipe VI, que ha sabido ajustarse a su papel constitucional pese a las dificultades que se le han puesto desde el ámbito político. Mariano Rajoy declinó en su día la propuesta del Rey de someterse a la investidura por no contar con los suficientes apoyos; y Pedro Sánchez se presentó sin tenerlos, para poner en marcha la cuenta atrás a unas nuevas elecciones. Hitos inéditos consecuencia de un marco parlamentario sostenido en la fragmentación y en la política de bloques.

Su mayor desafío político le llegó el 3 de octubre de 2017, dos días después de celebrarse un referéndum ilegal sobre la independencia de Cataluña, se dirigió en un discurso histórico a los españoles para trasladar un mensaje de confianza en la Constitución y en los poderes legítimos del Estado frente a la deslealtad inadmisible del independentismo.

En lo agitado entra también la gestión de una pandemia, en la que, con una agenda de mínimos, y sostenida en mensajes telemáticos, el Rey pronunció dos discursos que quedan en la crónica de su mandato. La pandemia fue recibida con un espíritu de acción común, que en política se disolvió también rápidamente para convertir la lucha contra el coronavirus en una guerra de partidos. El 18 de marzo, a los tres días de decretarse el estado de alarma, con un balance de casi 700 muertos y más de 14.000 contagiados, Don Felipe llamó a los españoles a dar un ejemplo de responsabilidad, sentido del deber, humanidad y solidaridad. Cuatro meses después, en un homenaje civil de Estado frente al Palacio Real en Madrid, con una cifra de víctimas que superaba los 28.000, llamó al respeto, al entendimiento y a mantener la unidad que ya se echaba en falta en el Congreso de los Diputados.

El Rey también ha tenido que enfrentarse a la obligación de tomar difíciles decisiones para blindar la institución de la monarquía de las consecuencias del «caso Nóos» y, respecto a su padre, renunció a la herencia de Don Juan Carlos y le retiró su asignación al conocerse la investigación abierta por Fiscalía de Suiza y por el Tribunal Supremo.

Ya se habla de «felipismo» por su manera de gestionar el bloqueo político y el fin del bipartidismo. En estos años ha demostrado que su máxima es la defensa de la democracia y que cree en una España para todos.

En Zarzuela cuentan de él que todo lo somete a un estudio minucioso y que detrás de cada una de sus decisiones hay un trabajo de fondo que siempre está sometido al esquema de Constitución, neutralidad, ejemplaridad y cercanía. Con la ayuda de su equipo ha construido una nueva Corona, pese a tener de fondo un marco político poco colaborador y en el que las zancadillas han venido desde dentro del Gobierno. Cogió la Corona de manos de su padre en una situación de desgaste y de imagen deteriorada a la que ha dado la vuelta, desde la continuidad, pero también con la necesaria ruptura sobre algunos hábitos que habían mermado la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones. Si algo le define es su actitud firme en contraposición a un modelo político en el que todo está sometido a la revisión permanente de decisiones y principios.

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