Volver a Ucrania

Volver a Ucrania

Ucrania. Es más que una invasión, es un genocidio cultural, un tsunami comprimido en misiles y drones para que las espumas letales arrasen con todo lo que respira, pero también con todo lo que no. Antes de seguir, tengo que hacer un paréntesis con una pequeña transgresión: mencionar el nombre de una persona que preferiría que no hablara de ella, sino de empresas mayores. Henry Marsh, el reconocido neurocirujano y escritor, no sólo salva vidas de personas enfermas, sino de almas dañadas, como lo estaba la mía cuando le conocí. Debo disculparme ante él, a quien ahora considero amigo. Creo que lo comprenderá, pues tampoco es una persona obediente en absoluto. Y tengo que escribir su nombre por muchas razones, algunas de ellas éticas: sin él no me habría curado del charco que tenía en los pulmones por la pandemia de idiotez y deshumanización en los departamentos universitarios de humanidades, y, lo más importante: tampoco habría conocido de primera mano al pueblo ucranio. Henry Marsh, a quien conocí en Perú, en un taxi a las cuatro de la madrugada frente al volcán Misti de Arequipa, me regaló la oportunidad, meses después, de viajar con él a Ucrania, conocer a su gente. No hablo ahora de la masacre humana, sino del pueblo, esas las personas cuya identidad el Gobierno de Putin quiere borrar de la pizarra histórica del mundo.

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