Y nosotros sin enterarnos

Y nosotros sin enterarnos

Con China en auge, los Estados Unidos débiles y Rusia en guerra, Europa está en una coyuntura peligrosa. ¿Qué haríamos si Moscú atacase Polonia o Finlandia? ¿Nos ayudarían unos USA encabezados por Trump? Parece que no nos damos cuenta de lo mucho que nos jugamos en las elecciones de hoy. El voto va a influir en cuatro asuntos cruciales. Uno, la guerra de Ucrania. Dos, la elección entre más ecología o agricultura. Tres, el futuro de la integración política del continente. Y cuatro, inmigración. En el primero, la amenaza viene de las nuevas ultraderechas y ultraizquierdas: Zelenski ha estado en París y se han ausentado del Parlamento los de Le Pen y Melenchon. Hay fuertes apoyos a Rusia entre los nuevos extremistas. A su vez, los partidos verdes y muchos de extrema izquierda están por la limitación, por razones ideológicas, de nuestros cultivos e instalaciones ganaderas. Y, desde luego, el freno al racismo y la Europa institucionalmente unida son imposibles si ganan los ultras. Los tradicionales partidos de centro –socialdemócratas, democristianos o conservadores– son más necesarios que nunca, también la derecha al estilo italiano. Pero amplios sectores de Hungría, Países Bajos, Francia o Alemania están radicalizados.

Todo esto en España ni se huele. Aquí vamos hoy a las urnas con otras banderas: a favor o en contra de Begoña Gómez o la amnistía. Algún día, al hacer balance del período Sánchez, nos daremos cuenta de que asuntos aparentemente menores no lo eran: la aceptación de la corrupción y el nepotismo como parte «inevitable» del gobierno; el blanqueamiento de ETA y otras opciones radicales como Podemos y los independentismos; el ataque a la separación de poderes, los jueces y la prensa. Tardaremos años en recuperar cierto nivel de serenidad pública, si lo conseguimos.

¿Saben los votantes si el PSOE o el PP protegen a nuestros agricultores? ¿Saben si los socios del Gobierno son pro Putin? ¿Son o no partidarios de la Europa de los estados separados que propone Vox? ¿Distinguen entre regulación de migrantes y exclusión? Me temo que el debate electoral español no ha favorecido la consideración de estos extremos. La liza es afectiva, generando dos bandos irreconciliables. En las cartas de Sánchez pidiendo el voto y en concreto, en la última, el mensaje es primitivo: vótame, porque han atacado a mi mujer. También incluye el texto un inaceptable ataque a la judicatura: «La citación a Begoña como investigada (…) se anuncia a solo cinco días de que se celebren elecciones al Parlamento europeo, lo cual resulta extraño. Habitualmente se ha seguido la regla no escrita de no dictar resoluciones susceptibles de no condicionar el desarrollo normal de una campaña y, por tanto, el voto. En este caso, resulta evidente que esta práctica no se ha respetado. Dejo al lector extraer sus propias conclusiones». Tan grave ha sido el golpe al juez instructor que el CGPJ ha anunciado para mañana una respuesta.

La prensa, por supuesto, se lleva lo suyo en la misiva. «Estos días leerá y escuchará usted mucho ruido y aún más furia en tabloides digitales nacidos para propagar bulos, en platós de tertulias televisivas y radiofónicas al servicio de amplificar esa desinformación (…) todo mentira. Un gran bulo». ¿Con qué derecho un presidente supuestamente democrático califica de desinformación las investigaciones de corrupción de su esposa? Sánchez juega en una liga muy poco sana: la del populismo. La que frecuentan Maduro, Milei, Trump, Le Pen o Melenchon. Malos tiempos para la racionalidad, la seriedad en el trabajo político y la mesura en el discurso.

Conviene votar si uno ama el proyecto político de Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi, Robert Schuman o Jean Monnet, los padres de la UE. Realismo, sinceridad, capacidad de consenso, flexibilidad, defensa del ser humano, unidad, paz, fueron los leitmotiv de hombres tan grandes.

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