Cuando el arte pop llegó al Límite

Cuando el arte pop llegó al Límite

El MUVIM (Museo Valenciano de la Ilustración y de la Modernidad) presenta la retrospectiva «15 años de Equipo Límite, 1987-2002». Su comisaria, Maite Beguiristain, dice de la obra pictórica de Cari y Cuqui que es «colorista, llena de iconos, alusiones, crítica, humor, ironía y un punto de provocación». En plena eclosión de la posmodernidad, dos chicas surgidas de la Escuela de San Carlos formaron el Equipo Límite. Su actitud feminista se manifestaba en sus provocativas “performancias” personales y en la utilización de material de la cultura popular de quiosco, mezclado con imágenes de los tebeos femeninos y sadomaso y los calendarios de pin-up.

En sus cuadros Neo-Pop, sobresalen la imaginería kitsch y la apropiación del mundo de la cultura basura, como ya hiciera Linchestein con los tebeos. Cierto mensaje feminista aparece implícito a través de los objetos e imágenes triviales que conformaron al alimón la sensibilidad femenina y gay. Una crítica benévola a los estereotipos populares, incluidos los del feminismo militante.

Son los coloristas cuadros de las Límite una celebración orgiástica de lo femenino, por la promiscuidad de los elementos que los componen: desde imágenes de los tebeos cursis de niñas a las estampitas religiosas súperkitsch, integradas en las explosiones gráficas de las cajas de detergentes. La ironía, el juego de imágenes en apariencia heterogéneas y la ingenua maldad de sus yuxtaposiciones recrean el mundo reconocible del Equipo Límite.

Su impronta surrealista nace de su metodología de trabajo: cuenta Cari que cada una pintaba un cuadro en su estudio, se los reenviaban y remataban las obras añadiendo nuevos elementos.

Aunque en sus pinturas predomina la figura de la mujer, multitud de referentes televisivos, Heidi, Mazinger Z, las mascotas de Moro y los iconos religiosos se inmiscuyen en las fantasías pictóricas de las Límite. Con predilección por los relieves de los Sagrado Corazón de Jesús, y los corazones ardiendo, sangrando o coronados de espinas. Iconografía carismática del masoquismo religioso infantil enlazada con las mujeres atadas del «bondage»

S/M de Stanton.

Para el Equipo Límite tanto la imaginería católica ingenua como los elefantes bailando o los mapas de España, los toros de Osborne o la Virgen del Pilar son una iconografía que une lo profano con los sagrado, en un proceso artístico de pérdida, devaluación carismática y rescate artístico. Como la España cañí, que aparece en numerosos cuadros, en especial las postales de andaluzas con vestidos de faralaes cosidos y las falleras valencianas.

La relevancia estética de los cuadros del Equipo Límite trascienden lo convencional de sus imágenes. En el mismo sentido que la obra de Costus. Son un juego de referentes folclóricos religiosos y gays que la posmodernidad amalgama sin otro afán que divertir y divertirse.

Escribe Susan Sontag en «Contra la interpretación»: «Es posible que buena parte del arte actual deba entenderse como producto de una huida de la interpretación. Para evitar la interpretación, el arte puede llegar a ser parodia. O a ser abstracto. O a ser (“simplemente”) decorativo; o a ser no-arte. El pop-art busca, por medios opuestos, un mismo resultado; utilizando un contenido tan estridente, como “lo que es”, termina también por ser ininterpretable.»

El Equipo Límite pintaba con acrílicos su educación sentimental. De ahí el amontonamiento de referentes culturales infantiles, religiosos o semiporno, centrados en la nostalgia de la figura de la mujer estereotipada de la cultura popular con la que se identificaban, celebraban y retrataban. El hombre, un complemento. En sus cuadros todo es lo que parece: pintura.

Equipo Límite estaba compuesto por Esperanza Casa Guillén (Cuqui) y Carmen Roig Castillo (Cari). En su Neo-Pop reciclaban elementos de la baja cultura, sin referencia alguna a iconos del arte. Su pintura es voluntariamente antifeista, antimoderna, anticrítica y superkitsch.

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