Los resultados de unas elecciones europeas, unos comicios que no son percibidos por muchos ciudadanos como decisivos, no pueden tener una clara extrapolación a unas generales, pero ofrecen una buena radiografía de la implantación de los partidos y de las tendencias de su electorado. El domingo, el PSOE aguantó en un 30,2% de los votos —el 23-J obtuvo un 31,7%— en medio de una monumental ofensiva de la derecha y se confirmó como gran excepción de la socialdemocracia europea. El consuelo internacional no puede, sin embargo, ocultar el desigual resultado territorial. Las urnas han vuelto a dibujar un mapa azul —el PP se impuso en todas las comunidades a excepción de Cataluña, País Vasco, Navarra y Canarias— que resulta especialmente preocupante para el PSOE en dos autonomías muy pobladas y donde los populares gobiernan con mayoría absoluta: la Comunidad de Madrid y Andalucía.
La debilidad territorial socialista
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