El año en que Málaga decidió creer

El año en que Málaga decidió creer

El 27 de mayo de 2023, el Málaga Club de Fútbol jugaba en La Rosaleda su último partido en Segunda División, certificando el descenso y, por primera vez en 25 años, su ausencia en el fútbol profesional. Realmente, aquel partido no era más que un trámite, porque el equipo ya estaba matemáticamente descendido desde dos semanas antes.

De este modo, se consumaba el último escalón en una caída sin fin para la casa malaguista que empezó allá por 2013, cuando en La Rosaleda sonaba el himno de la Champions League y unos señores vestidos de amarillo y negro, en fuera de juego, les negaron un pase a las semifinales en Dortmund. Desde entonces, todo han sido decepciones y sinsabores para los abnegados aficionados de la ciudad costasoleña.

Como suele pasar ante cualquier hecho importante, bien sea a escala local, nacional o mundial, los distintos memes del descenso inundaron las redes. Unos mofándose -sí, en Málaga también los hay- de la desdicha del equipo. Otros, lamentándose. Pero hubo uno que llamó la atención sobre el resto. En él se veía la personificación del equipo, un escudo del club, arrinconado en lo más hondo de una sima. Al lado, aparecía un grupo de aficionados con banderas y camisetas blanquiazules. “¿Qué hacéis vosotros aquí?”, preguntaba el escudo. “No creerás que vas a salir solo, ¿no?”, respondía su gente.

Y sucedió como otras tantas veces en la ciudad. Algo difícil de explicar. El club en Primera RFEF, fuera del fútbol profesional después de un cuarto de siglo. Intervenido judicialmente desde hace seis años, y sin visos de que los problemas se vayan a resolver en el corto plazo. Con las obras de la ciudad deportiva acumulando una década de retraso, aunque por fin en marcha. Con la amenaza de la desaparición pendiendo sobre la entidad, en algunos rincones oscuros de la ciudad se tejió la fundación de un nuevo club que aspiraba a usurpar el lugar del Málaga Club de Fútbol en la ciudad. Cada noticia era peor que la anterior.

En ese contexto, la afición malaguista dijo basta. Y el hartazgo generalizado dio paso a un sentimiento de pertenencia sin precedentes en la ciudad. La campaña de abonos generó una respuesta que sorprendió al propio club. “No es fácil irse, pero más difícil es pedirte que te quedes”, era el lema de un club que trasladaba su vergüenza por la situación hasta intentando captar a sus socios. Pero ellos acudieron a la llamada.

A hombros de un descomunal Alfonso Herrero -el mejor portero de la categoría-, y espoleado por los goles de Roberto, el Málaga empezó a sumar puntos y la gente se propuso demostrar que esos jugadores no estaban solos. Llenaron Linares con más de 2.000 personas. Consiguieron mayor asistencia media en La Rosaleda que muchos equipos de LaLiga. Se ilusionaron al entrar en zona de playoff de ascenso, y se desesperaron cuando el Castellón es marchó para subir como campeón. A veces -cosas de Málaga, con sus luces y sus sombras- llegaron a pedir la cabeza de Sergio Pellicer cuando el equipo encadenó varias jornadas sin ganar. Pero, cuando la situación se ponía peor, la afición decidió creer.

No ya creer en el ascenso. Creer en los suyos. En el Málaga, sin importar lo que pase. Atrás quedaba la sombra del “calino” -palabra malagueña para definir el gafe- que acompañaba al equipo los últimos años, en los que cuando algo podía salir mal siempre salía mal. Atrás quedó la sanción UEFA. La sombra de los impagos, y las posteriores denuncias. El sinsabor de ver que cada año se iban los siete mejores jugadores de la plantilla. Las peinetas -en Málaga, a ese gesto se le llama “peseta”- de Schuster a su propia grada cuando se quejaban porque el equipo no jugaba a nada. Ilusionarse con Pawlowski o Benkhemassa pese a no tener ni idea de quiénes son. La amargura de un descenso anunciado. La inacción de los Al-Thani mientras el club agonizaba, con Okazaki aterrizando y luego cogiendo un avión de vuelta, cariacontecido -un aficionado hasta el hizo una canción- porque no se le podía inscribir. La plantilla de las 18 fichas profesionales con el salario mínimo. El duro golpe frente al Deportivo cuando el ascenso estaba a dos pasos. Y, finalmente, el descenso a las profundades del fútbol.

Nada de eso importaba ya, porque el Malaguismo había decidido meter el hombro. Y en Málaga, aunque ocurra pocas veces, cuando la gente se propone algo no para hasta lograrlo y les da igual lo que haya por delante. Por eso, cuando el club sacó la camiseta del 120 aniversario, se agotaron existencias y todavía hoy están llegando unidades a los usuarios porque Hummel no daba abasto para satisfacer la demanda. Por eso, La Rosaleda registró el récord histórico de asistencia en Primera RFEF con casi 29.300 almas en un mosaico blanco y azul. Por eso el cántico de “La Gitana Loca” se ha convertido en un clásico en apenas seis meses.

 

Y por eso, también, las 12.000 entradas para ver el partido de vuelta en Tarragona en el auditorio del Cortijo de Torres se agotaron en horas. Y un millar de malaguistas fueron un viernes a las cuatro de la tarde a despedir al equipo en su marcha a tierras catalanas antes del duelo final. Edificios institucionales de toda la provincia engalanados de blanquiazul. Colegios haciendo vídeos de ánimo a la plantilla. La semilla plantada y regada para hacer aficionados de futuro, en una comunión que ni los más antiguos recuerdan.

En el submundo que son las redes sociales, ha cundido la broma de definir a LaLiga Hypermotion como LaLiga Hypertension. ¿Cómo iba a faltar el club hipertenso por excelencia? El que pasa de pedir la cabeza del míster a mantearlo. El que ha vibrado con cada corte de Einar Galilea, con la entrega de Genaro -y quién lo diría hace sólo 365 días- o con cada regate de Larrubia y Kevin Medina. Este 2024 ha sido duro para los malaguistas. Pero pasará a la historia por ser el año en el que Málaga eligió creer. Y, como creyó, ganó. Con un partido no apto para hipertensos en el que estaba todo perdido. En el que, a nueve minutos de acabar la prórroga, perdía 2-0. Dioni volvió a dar una vuelta más a la montaña rusa que es este equipo y su afición. Y, no podía ser de otra manera, Antoñito acabó poniendo el 2-2 que daba el ascenso en el 124.

Ahora, La Fuente de las Tres Gracias, después de mucho tiempo, espera a sus hijos para celebrar un ascenso histórico. Un regreso. El Málaga ha vuelto. Y no viene solo.

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