Entre toga y algoritmo: la tecnología también llega al Derecho

Entre toga y algoritmo: la tecnología también llega al Derecho

Con sus procedimientos, reglas y pautas, con su lenguaje específico y con sus costumbres, el sector legal parece la antítesis de lo que pueda suponer la disrupción. Pocos se imaginan a un letrado no llamando «su señoría» al juez y hacerlo sin vestir de manera protocolaria. Pero, ¿qué pasa de puertas para adentro? ¿Son los despachos tan clásicos como parece o están abiertos a aprender incluso programación para agilizar estos trámites?

Según el análisis del Mapa LegalTech en España elaborado en 2023 por PwC, el principal reto al que se enfrenta la tecnología aplicada al sector legal es el de innovar para generar modelos de negocio, productos y servicios nuevos que representen realmente una transformación de la industria a través de la función jurídica. Pero, además, este análisis también destaca como otro de los principales desafíos: el derribar los «sesgos culturales que dificultan que los profesionales del derecho estén abiertos a la incorporación de nuevas tecnologías».

Aunque como empresas que son pueden usar otro tipo de aplicaciones para su operativa diaria, en lo que se refiere al núcleo de su negocio (es decir, en hacer más eficiente la prestación del servicio jurídico desde un punto de vista interno), las empresas de LegalTech se centran, sobre todo, en la gestión del conocimiento, con un 40,89% de las herramientas, incluyendo Legal Research, la gestión documental (la más numerosa, con un 39,76%) y la gestión del conocimiento.

Datos, no palabras

Según Daniel Vecino, CEO de Little John, la principal causa que dificulta enormemente la innovación es que en el sector legal se trabaja con un universo de datos «que no está cerrado, no está estructurado, no está acotado». Algo que entra en oposición a cómo están acostumbradas a trabajar las aplicaciones, dado que lo hacen de una manera deductiva.

Esto obliga, según su visión, a las empresas tecnológicas a tener que trabajar de una forma en la que no están acostumbradas. «Implica establecer un nexo de unión muy fuerte entre tecnología y conocimiento legal», explica. «Puedes ser el mejor tecnólogo del mundo y hacer la mejor tecnología, pero si no tienes unos mínimos conocimientos legales para poder enfrentarte a ese entorno no estructurado, tu solución no va a funcionar nunca», advierte.

José Ángel Sandín, CEO de Lefebvre, coincide en este análisis. «El derecho es un negocio de palabras y siempre ha sido más difícil procesar cualquier tema que requiriera una comprensión de lo que dicen las palabras», detalla. Aunque adelanta que esto está cambiando con la IA generativa (al «comprender» estos sistemas qué es lo que dicen las palabras para poder ayudar en la extracción de información), también advierte de que «todo esto solo puede funcionar si hay una buena base detrás: una base tecnológica y una base de contenidos muy potente», siendo este último punto donde surgen las dificultades que están encontrando los grandes operadores a la hora de innovar.

Es decir, que una vez más los datos vuelven a ser la clave para que estas tecnologías puedan funcionar correctamente.

Sandín asegura que ese corpus con el que se construyen y en el que se basan estas herramientas también son fundamentales para evitar que las IA «alucinen». «Es fundamental que el profesional sea capaz de verificar que eso que está escribiendo la inteligencia artificial es válido y correcto. Necesita las referencias para que «facilite su trabajo» aunque deba seguir «aplicando su criterio».

La aceptación va por barrios

Como decíamos al principio, y según confirmaba el informe de PwC, uno de los retos de la innovación en el sector legal es la aceptación (o ausencia de) por parte de sus profesionales.

Sin embargo, en esto también se observan cambios. Más allá de la ventaja que puede ser tener los datos estructurados, Vecino asegura que su empresa ha desarrollado una solución de notificaciones judiciales con la que «estamos consiguiendo reducir entre siete y diez veces el tiempo y el coste que una persona tiene que desarrollar para leerlas manualmente». Pese a ello, asegura enfrentarse a ciertas reticencias por parte de los despachos a confiar en estas herramientas. Unos recelos que, según él, son la consecuencia de «querer resolver todo con una sola cosa. Se nos ha «vendido» que las IA son la bomba. Y lo son en muchas cosas, pero no puedes pretender que haga todo y que lo haga perfecto, porque eso es imposible», explica.

Y aunque califica, en una escala del 0 al 10, como 1 el grado de digitalización en el sector legal, augura que no va a quedar otra. «Los plazos legales en España cada vez aumentan más y las costas que se reciben a cambio se reducen, con lo cual o encuentras otra forma de hacer las cosas o es que directamente las cuentas no salen», avisa. Algo que se intensifica aún más cuando algunos tienen las tarifas reguladas y marcadas, como los procuradores, lo que les deja menos margen de maniobra.

En su visión, aquellos profesionales asociados a modelos de negocio más disruptivos (como demandas masivas o procuradores, que tienen que hacer un procesamiento masivo de datos) suelen ser los primeros innovadores. Una opinión compartida en parte por José Ángel Sandín, quien observa que los abogados, los asesores y las propias empresas «cada vez más se abren a en estas tecnologías» porque demuestran su «eficacia y beneficio, que se traduce en un inmediato ahorro de costes, de mejora de la calidad».

El responsable de Lefebvre también puntualiza que, hasta ahora, la digitalización en el sector legal «siempre ha ido muy lenta y estaba reservada a algunos pocos», como aquellos despachos de abogados que «podían permitirse el lujo de tener un pequeño ejército de documentalistas que era capaz de crear una base de conocimiento» sobre la que trabajar. Sin embargo, asegura que ahora ya «hay tecnologías que le permiten a un despacho pequeño crear esa base de conocimiento». La clave, tal y como subraya, es que «es fundamental que estén dispuestos a cambiar e iniciar este proceso».

¿Una sentencia dictada por ChatGPT?

Partiendo de la base de que las sentencias solo pueden ser dictadas por los jueces, ¿puede una herramienta de Inteligencia Artificial ayudar en la redacción de estos textos legales? «Siempre tendrá que haber una validación por parte del juez, pero puede que algunos ya estén utilizando estas herramientas para redactar sus sentencias para hacer un esquema inicial», asegura José Ángel Sandín, CEO de Lefebvre. Eso sí, a renglón seguido añade que, ni siquiera pensando a largo plazo, llegará un momento sin intervención humana, por mucho que avancen estas herramientas. «Estaríamos dejando una parte importante de nuestra seguridad jurídica a una máquina, y eso no lo veo», declara el especialista. Mientras, Daniel Vecino, CEO de Little John, está convencido de que llegará el día en que una IA redacte una sentencia. Una IA específica que también «ayude a leer e interpretar todas las sentencias, también aquellas que han sido generadas por una persona con la asistencia de una IA».

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