“Estoy bien aquí, en mi nube azul, todo es como yo lo he inventado y la realidad… trozos de cristal, y al final hay que pasar descalzo». De vez en cuando bajo de mi nube azul, como canta Fito y Fitipaldis, y me topo de bruces con la realidad. Pero no camino descalza por sus trozos de cristal, sino con zapatos y «made in» la provincia de Alicante, por supuesto.
El día de San Pedro y San Pablo -sábado 29 de junio para ser exactos- Alicante ardía y no en llamas, como el 24, día de San Juan, noche en que se queman los monumentos de las Hogueras. El 29 es el día del adiós a las fiestas con una lluvia de confeti por las calles en ese particular desfile que es el Coso Multicolor y el esperado y último Castillo de Fuegos Artificiales en la playa del Cocó. Y de repente me encuentro con la Plaza de Toros colapsada a mitad de tarde; no entiendo nada.
Pero la realidad siempre es más prosaica de lo que una imagina; en la Plaza de Toros, a modo de coliseo romano -salvando y mucho las distancias- se está librando un espectáculo de artes marciales mixtas.
Caigo en la cuenta de que estoy obsoleta, leáse alejadísima de la llamada generación Z. Esa generación que ha convertido a Ilia Topuria en su Dios; de 27 años e hispanogermano, Topuria, «El Matador», llegó a Alicante con 15 años y entrenó en el gimnasio de los hermanos Climent. Ellos están detrás el espectáculo en cuestión tras el que, por supuesto, hay negocio.
A mí me parece salvaje, muy salvaje, un combate en el que dos tíos se pegan hasta «reventarse», dicho vulgarmente. Eso sí, tengo que admitir que vi a Topuria a dos palmos de mi nariz y descubrí a un caballero, a una persona con clase.
Pues eso, que el día de San Pedro y San Pablo la fiesta estaba en la plaza de Toros de Alicante, repleta de Topurias en potencia. Nada que ver con nuestras tradiciones alicantinas. Sigo sin entender nada.